Los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el segundo trimestre de este año dan cuenta del empobrecimiento general del país.
La EPH es un estudio que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en 31 aglomerados urbanos, para medir la distribución de los ingresos. La población bajo análisis se subdivide en 10 deciles y así se establecen los montos y los porcentajes que acumulan los distintos estratos sociales.
El ingreso promedio per capita del total de la población urbana alcanzó entonces los $ 87 mil.
En junio de este año, la canasta básica total, que además de alimentos incluye el precio de la indumentaria, el transporte y los servicios y se usa para fijar la línea de la pobreza, equivalía a unos $ 230 mil.
En otras palabras, un matrimonio con hijos y dos ingresos promedio como el señalado era pobre.
De todas maneras, como los promedios se establecen eliminando las diferencias entre quienes tienen los mayores y los menores ingresos, resulta muy interesante observar los datos desde otras perspectivas.
Un ejemplo elocuente son los ingresos de cada estrato social: mientras para el bajo se registró un ingreso promedio que no llegó a $ 33 mil, en el medio orilló los $ 82 mil y en el alto superó los $ 200 mil.
Esos montos, a su vez, se traducen en distintos porcentajes de distribución: mientras el primer decil apenas recibió el 3,5% de los ingresos, el décimo decil retuvo el 21,7% de los ingresos.
Sin embargo, en ese último decil, que agrupa a las personas que más ganan, se encuentran los trabajadores que cobraron más de $ 280 mil a fines del segundo trimestre.
Como los datos nos llegan con un cierto atraso, podríamos actualizar esa cifra con la inflación de julio y de agosto para aproximarnos un poco a nuestros días.
Digamos, entonces, que aquellos $ 280 mil equivalen a unos $ 350 mil actuales. Pues bien, el costo de la canasta básica total en agosto superó los $ 280 mil.
Amén de que la diferencia entre el gasto y el ingreso es insignificante, esa canasta, entre otras cosas, no incluye el costo de un alquiler.
De nuevo, debiéramos hacer el cálculo de que ese matrimonio con hijos del décimo decil tiene dos ingresos.
Pero ahora contemplemos que la brecha de ingresos no se da sólo por estratos, sino también por géneros.
Si, según el Indec, un 62% de la población urbana percibió en promedio $ 138.600, el promedio para los varones fue de $ 160 mil, y para las mujeres, de $ 116 mil. Hay un 27% de diferencia.
En otras palabras, redondeando, un matrimonio con dos hijos que tenga hoy ingresos por alrededor de $ 600 mil se ubicaría dentro del 10% más rico del país, pese a que sólo la canasta básica total que mide la pobreza le insumiría la mitad de esa cifra.
Así las cosas, no hace falta ser un especialista para comprender que cada vez más trabajadores, incluso con un empleo formal, caen en la pobreza.
Esta es la triste consecuencia de nuestro constante declive económico.