El gobierno nacional logró, finalmente, que el Congreso diera sanción inicial al proyecto denominado Ley de Bases, un paquete de reformas que define el plan de gestión de la administración del presidente Javier Milei.
A diferencia del mes de febrero, en el que la iniciativa sólo fue aprobada en general con clara mayoría para luego naufragar en un mar de discordias con la oposición, y torpezas oficialistas, al tratarse en particular el articulado, esta vez las largas negociaciones permitieron que la nueva versión, mucho más acotada, pero sin perder el espíritu de la reforma propuesta, avanzara con un claro consenso que dejó en notoria oposición al kirchnerismo y a otros sectores minoritarios identificados con la izquierda.
De las diferencias entre los sectores partidarios dispuestos a consensuar y apoyar surgieron vitales modificaciones al nuevo contenido que el Poder Ejecutivo aceptó llevar a cabo para favorecer el consenso y no perder la oportunidad de contar con dicho instrumento de gestión antes del anunciado pacto del 25 de Mayo, que el Presidente pretende firmar con los gobernadores de provincias, al menos entre los que aún teniendo una visión más o menos crítica del gobierno nacional, no han negado nunca su actitud colaborativa para que el presidente pueda cumplir su programa de reformas estructurales.
Como ocurrió en la primera oportunidad de análisis del proyecto, el oficialismo debió tomar nota de los aspectos objetados desde la oposición en virtud del discreto peso político que le otorga su muy reducida representación parlamentaria.
Una vez más, por lo tanto, quedó claro que en el apoyo que el sector libertario recibió de parte de expresiones partidarias que en todo momento se definieron como garantes de la gobernabilidad, hubo planteos de forma y no de fondo con relación al contenido del plan de gobierno de la presidencia de Milei.
Como ya señalamos en este mismo espacio editorial en oportunidad del primer debate, esto se traduce en un reconocimiento de que los desaciertos de la anterior gestión motorizaron una crisis a la que sólo se puede contrarrestar poniendo en práctica muchas de las propuestas puestas en consideración por las nuevas autoridades.
Por otra parte, es bueno reiterar que es favorable que el Congreso cuente con un enorme protagonismo en virtud de la profundidad de las medidas que se pretende implementar.
En medio de un fuerte ajuste fiscal, la expectativa social por las reformas que discute la política es muy grande y va en línea con el respaldo popular que tuvo Javier Milei en la segunda vuelta electoral, en la que fue elegido presidente por un histórico porcentaje de votos.
De los meses iniciales de la actual gestión a estos días se advierte un avance democrático muy saludable. El Gobierno y su reducida fuerza en el Congreso y la oposición dispuesta a apoyar parecen haber advertido que el momento difícil que vive la Argentina hace imprescindible el diálogo entre las partes. Queda el trámite del Senado.
Una gran señal republicana, en especial por el lado del oficialismo, que en su campaña electoral y en los primeros meses al frente del país cometió el error de realizar una tremenda negación de sus ocasionales opositores, catalogados de “casta”.
Hasta en los tiempos más difíciles debe prevalecer la templanza que conduzca, como en este caso a nivel parlamentario, a un grado de aplomo acorde con las difíciles exigencias que la emergencia impone.
