La crisis de los partidos políticos

Rigieron, y todavía rigen, personalismos que mal le hicieron y le hacen a la democracia óptima que se requiere. Esos personalismos terminaron convirtiendo a muchos partidos políticos en un sello y un emblema, un espacio vacío, contrariando lo que la Constitución Nacional plantea sobre ellos.

La crisis de los partidos políticos

A casi un año de ejercicio de la presidencia de Javier Milei, es pertinente señalar que una mirada del apoyo popular que tuvo el líder libertario para ganar en forma tan contundente las elecciones, enfoca hacia al descrédito de la dirigencia política tradicional. Voto castigo de un elevadísimo porcentaje de la ciudadanía no sólo por la deplorable situación económica y social acumulada durante décadas, sino, también, por el concepto de “más de lo mismo” que se instaló en la población con relación a los postulantes a las alternancias en el poder.

Después de la crisis de representatividad que la dirigencia debió afrontar por la crisis de 2001 llegaron años en los que muchas caras supuestamente nuevas de la política recurrieron a viejos vicios de ésta para ocultar desatinos y corrupción en el manejo de los recursos del Estado.

Rigieron, y todavía rigen, personalismos que mal le hicieron y le hacen a la democracia óptima que se requiere. Esos personalismos terminaron convirtiendo a muchos partidos políticos en un sello y un emblema, un espacio vacío, contrariando lo que la Constitución Nacional plantea sobre ellos: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”. La Constitución les garantiza “su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos…”, entre otras consideraciones. Muy poco se cumple como corresponde. Ejemplos sobran, pero no viene al caso puntualizar en este artículo.

En una reciente publicación de Los Andes se reflejó el resultado de una encuesta sobre la opinión que tienen los mendocinos de las PASO, elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. En general, seis de cada diez consultados estuvo a favor de su eliminación. Por otra parte, esa es la intención del actual gobierno nacional, aunque el debate en el Congreso seguramente pondrá obstáculos para hace viable dicha postura.

Más allá de si el sistema es o no conveniente desde el punto de vista práctico y también en materia presupuestaria, cabe recordar que las PASO se implementaron hace más de una década con el propósito de que los partidos políticos propusieran a sus precandidatos para que la ciudadanía eligiese con su voto quiénes debían representar en las generales a cada una de las agrupaciones. El mecanismo fue incorporado paulatinamente por algunas provincias, entre ellas Mendoza, donde debe reconocerse que el espíritu de competencia interna fue más valorado que a nivel nacional. En aquellas PASO de 2011 ninguno de los precandidatos presidenciales tuvo competencia interna. Mal ejemplo desde el comienzo.

Por otra parte, si las PASO son utilizadas en forma deficiente, como ha venido ocurriendo en general (cuando no hay competencia interna se transforman en una suerte de primera vuelta electoral), su mantenimiento sólo es considerado en la mayoría de la población como otro gasto inútil del sistema político. ¿Culpables de ello? Los mismos políticos.

Sin duda, la vida democrática en nuestro país transita por momentos turbulentos. En ese contexto, cabe reiterarlo, se inscribe el estilo de conducción política del actual presidente de la Nación. Su liderazgo, o “batalla cultural”, ante una dirigencia desacreditada no debería servir para tentar a la adopción de prácticas personalistas o que rocen lo autoritario, sino para invitar al diálogo que permita recomponer un sistema corroído por culpa de sus propios integrantes.

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