Uno de los temas preocupantes de la educación argentina es la relación de los alumnos del nivel secundario entre sí y con los demás integrantes de la institución a la que concurren. Hay un acuerdo general en que el respeto y la tolerancia se constituyen en piedra basal de los vínculos dentro de los establecimientos educativos.
Sin embargo, muchas veces los límites se sobrepasan y ocurren situaciones que desarticulan las armónicas relaciones que deben existir en el ámbito. La inobservancia de una buena convivencia escolar, aparte de los sinsabores que causa, produce impactos negativos en la instrucción de los jóvenes.
Recientemente Los Andes dio cuenta en una nota (ver DLA,30/3/23), que un tercio de los alumnos mendocinos secundarios considera que la convivencia escolar no es buena en su institución.
El dato fue extraído de un informe realizado a nivel nacional por el Observatorio Argentinos por la Educación con datos provinciales. Se trata de una entidad conformada por personas que tienen un mismo objetivo: transformar la educación y priorizar la enseñanza pública. Los resultados del trabajo, revelaron que 33,1% de los estudiantes consultados en nuestra provincia, afirmaron que no existía una buena convivencia escolar, un escenario levemente mejor que la media nacional que es de 34,6%.
Además, 75,4% de los estudiantes del último año de secundaria en el país reconocieron que en la escuela suceden episodios de discriminación.
Los datos surgieron del trabajo “¿Cómo perciben la convivencia escolar los alumnos y directores de secundaria?”.
El documento utilizó la información relevada en los cuestionarios complementarios que respondieron estudiantes y directores de secundaria de todo el país en el operativo Aprender 2019. Esas consultas indagaron en las percepciones de estudiantes y directores acerca de los problemas en la convivencia escolar.
La mayoría de los estudiantes (75,2%) dijo sentirse bien al ir a su escuela, mientras que 1 de cada 4 (24,8%) estaba en desacuerdo con esta idea.
Los fenómenos de bullying o acoso (agresión para ejercer poder o imponerse sobre otra persona) se dan en nuestros colegios, y también otros tipos de ataques físicos.
También se registran casos de discriminación por alguna característica de la persona y amenazas o agresiones de manera personal o a través de redes sociales.
La sociedad mendocina no debería conformarse con encontrarse dentro de la media general, toda vez que la Unesco, organización máxima en cultura y educación a nivel mundial, da por sentado que 1 de cada 3 educandos estaría encuadrado en estos parámetros dentro de la convivencia.
Debemos decir que cuadro de situación descripto no es el mejor, pero tampoco es profundamente alarmante.
De todos modos, la aspiración es que los casos de tensión y agresión no existieran en absoluto. Así las cosas, y en vistas de que hay una porción de educandos que promueve la alteración del orden en los horarios de clases, la sociedad apela a la capacidad de las autoridades escolares de neutralizar a tiempo estas inconductas.
Asimismo, mucho se puede hacer en los hogares, generalmente comprometidos en el correcto desempeño de los hijos, para que temas de esta índole se conversen y se procure contrarrestar la violencia desde el seno de la familia.
Los mismos jóvenes pueden aportar una cuota hacia un clima favorable en las aulas, promoviendo la discusión de estos episodios, generando climas que favorezcan la concordia, sintiéndose escuchados y respetados por sus pares y docentes, buscando priorizar el desarrollo intelectual y la promoción hacia mejores oportunidades de capacitación.
