La Argentina terminó de adoptar un posicionamiento claro con los países de la región más criticados por estar conducidos por regímenes autoritarios. Como era de esperar, el discurso del presidente Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas, en presencia del anfitrión, Joe Biden, se basó en una fuerte condena a las sanciones económicas a dos de esas administraciones, Venezuela y Cuba, como también a su exclusión del cónclave.
La embestida dialéctica también estuvo dirigida hacia la conducción de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre otros aspectos por su supuesto apoyo a la destitución de Evo Morales, en Bolivia. Fuentes del gobierno de Estados Unidos señalaron que, a pesar del encendido discurso del presidente argentino, la Casa Blanca respaldó el vínculo con nuestro país y reiteró sus deseos de trabajar en forma bilateral para fortalecer la democracia en la región, entre otras prioridades. Y también destacaron que mantener diferencias es una parte normal en toda relación “moderna y constructiva” entre países.
Por otra parte, desde la comitiva que acompañó al primer mandatario argentino se encargaron de indicar que el presidente Biden y sus colaboradores se encontraban debidamente informados de cuáles serían los principales lineamientos del mensaje que brindaría durante su participación en la cumbre. Y el propio Fernández les dijo a los periodistas argentinos que no tuvo reproches por parte de su colega estadounidense. Sin embargo, y más allá de la correcta y respetuosa actitud del gobierno de EEUU, no cabe ninguna duda de que la posición argentina no sólo ratifica una tendencia en materia de política exterior expresada en forma mayoritaria por funcionarios de la Cancillería desde diciembre de 2019.
No se puede negar que resulta contradictorio forzar una postura de confrontación con un gobierno que mucho colaboró para que la actual gestión lograra un entendimiento con el Fondo Monetario Internacional. En esa línea, también cabe preguntarse por qué el presidente Fernández decidió reiterarle a Joe Biden que la Argentina sigue fustigando a las autoridades de Washington por el apoyo dado a la gestión de Macri para obtener el cuestionado crédito del FMI. El gobierno de Macri ya no está y tampoco la línea gerencial del organismo internacional que otorgó aquella ayuda.
Resulta elocuente que el tenor del mensaje del presidente argentino fue a medida de los intereses y deseos políticos del sector más radicalizado del oficialismo, identificado con Cristina Fernández de Kirchner y la corriente de La Cámpora, siempre tentados en criticar al “imperialismo” del Norte. Si de ecuanimidad se trata, no sólo deberían criticarse los bloqueos económicos dispuestos por la comunidad internacional a los países regidos por autoritarismos en la región. También sería conveniente remarcar que esos regímenes hacen de la violación a los derechos humanos un método constante tanto para silenciar las voces políticas opositoras como para generar la huida de miles de ciudadanos en busca de mejores condiciones de vida en otros países.
Debería tener en cuenta el gobierno argentino que, al inaugurar la Cumbre, el presidente estadounidense hizo un llamado a los líderes de América Latina y el Caribe a unirse para demostrar que que “la democracia es el ingrediente esencial para el futuro”. ¿Es ese el camino que señaló el titular del Ejecutivo argentino con su sesgado discurso?