Siempre es pertinente volver la mirada a la crisis dramática que producen los narcotraficantes en la Argentina, muy especialmente en Rosario, la gran ciudad santafesina donde estas bandas delictivas se afincaron notablemente en los últimos años.
Y los hechos, cotidianos, frecuentes, son los que provocan la reacción de la gente, motivando la de las autoridades y de las fuerzas de seguridad, con el propósito de atenuar los efectos del delito organizado y procurar, fundamentalmente, abortar toda gestación cercando y juzgando a los responsables.
Es de destacar el interés y la resolución para actuar en el lugar de los hechos que muestran las actuales autoridades nacionales, que vieron la necesidad de actuar en tan pedregoso terreno con la rapidez que las circunstancias exigían. Se debe esperar, por lo tanto, un avance importante en la localización de quienes, muchas veces aun desde sus lugares de detención, organizan los distintos hechos que tanto conmueven a la población, con robos, secuestros y asesinatos.
De todos modos, se debe reconocer que los procedimientos de los organismos de seguridad y de la Justicia no son fáciles y que el tiempo que puede demandar desarticular semejante trama delictiva puede ser prologando.
Por eso hay hechos que derraman una suerte de baño de realidad y que no deben sorprender ni ser mirados con cierto recelo. Como ejemplo se puede mencionar el caso del esperado regreso a su ciudad natal, Rosario, de un calificado deportista profesional allí nacido: el futbolista Ángel Di María. El club en el cual surgió a la fama como futbolista, Rosario Central, insistió varias veces con la idea de tentarlo para que su carrera deportiva finalizara con un regreso muy deseado por los socios y simpatizantes de dicha entidad.
Sin embargo, tanto el jugador como sus familiares recibieron varias amenazas intimidatorias de parte de las bandas delictivas que asolan a Rosario, obligando al deportista a desistir de dicha posibilidad de regreso. “Mi decisión siempre es basada en la tranquilidad y la felicidad de mi familia”, sostuvo recientemente Di María, ante la insistencia del periodismo, luego de haber soportado otra grave amenaza.
El destacado jugador de fútbol reconoció que la idea de la vuelta a Rosario entusiasmó a su esposa e hijas para iniciar una nueva etapa de vida en la Argentina, pero no fue posible porque “las amenazas fueron más fuertes”, sentenció Di María.
Un razonamiento lógico, equilibrado y también resignado de parte de un profesional del deporte que se ve imposibilitado por el momento de retornar a su ciudad de nacimiento debido a las consecuencias de la delincuencia narco, de difícil resolución en el corto y mediano plazo.
Es otro ejemplo de cómo un país casi abandonado durante décadas a la buena de Dios en lo referido a la seguridad de su población paga las consecuencias de la inoperancia oficial. Un ejemplo de ello es un abortado y loable hecho, como desear y promover que un deportista de altísimo nivel profesional y reconocimiento mundial termine su trayectoria en su lugar natal.
Es una muestra más de una Argentina decadente que debe ser reencaminada, no sólo en materia de seguridad; también en desarrollo económico, perspectivas de inversión, educación, etc. Debe quedar atrás el aislamiento que sólo generaron nuestras propias carencias.