La elevada tensión que generan los preparativos de combate de Rusia y Bielorrusia en las fronteras con Ucrania, lleva a rememorar imágenes no deseadas de grandes y trágicos conflictos bélicos que se produjeron en el mundo en los últimos 100 años.
El destino de Ucrania está mucho más en jaque desde 2014, cuando el gobierno de Moscú decidió anexar a su dominio la península de Crimea. Rusia no tolera que países no occidentales cercanos, que en su momento pertenecieron a la órbita de la ex Unión Soviética, pasen a formar parte de Europa Occidental y, por lo tanto, de la OTAN. Los ucranianos vienen movidos desde hace año por una tendencia prooccidental que se fue ampliando con el tiempo desde la caída emblemática del Muro de Berlín. Ejemplos en tal sentido son los de Lituania y Letonia, países también alejados de las influencias rusas.
Obviamente, la situación generada en torno al territorio de Ucrania despertó la inquietud y preocupación de las potencias occidentales, que vienen advirtiendo a las autoridades rusas sobre los riesgos de una iniciativa bélica para anexar al pretendido país.
En medio de la tensión, Ucrania, que ya recibió armamento, reclama más celeridad a las fuerzas occidentales para reforzar la ayuda militar que las autoridades con sede en Kiev necesitan para intentar repeler una posible invasión de Rusia y Bielorrusia.
Hasta el momento, de parte de los países nucleados en la OTAN, ha habido insistentes advertencias al gobierno del presidente Putin sobre la inconveniencia de optar por la invasión. Se suceden encuentros diplomáticos de altas jerarquías con el propósito de evitar un enfrentamiento. Sin embargo, la reticencia rusa para cesar en sus aprestos lleva a EEUU y a sus aliados a no aceptar el reclamo de Moscú de dejar de lado, a su vez, maniobras militares en la zona oriental de Europa.
Es un detalle no menor y al margen de los intereses puntuales, tanto económicos como geopolíticos, de los países más influyentes. La tensión enfrenta a un bloque occidental consolidado desde el punto de vista democrático, contra un eje oriental en el que predomina un presidencialismo fuerte y enquistado en el poder, con muchos rasgos autoritarios que hace temer por un nuevo rumbo hacia un régimen dictatorial en aquella parte del mundo.
Es de esperar que las negociaciones que llevan a cabo funcionarios estadounidenses y de países aliados, con representantes del gobierno de Putin, permitan descomprimir la actual tensión y hacer recapacitar al gobierno de Moscú sobre la inconveniencia de anexar por la fuerza a Ucrania a su órbita. Es evidente que esa decisión rusa puede conducir a una escalada bélica no deseada que pondrá en riesgo la vida de millones de personas y generará, a las partes involucradas, un deterioro económico significativo.
Todos los países del mundo, sin excepción, fueron alcanzados por el golpe de la pandemia de coronavirus en sus respectivas economías. Por lo tanto, es tiempo de recomponer la vida normal de los países, no de destruirlos aún más con conflictos bélicos.