El Instituto Nacional de Estadísticas de España informó que, en ese país, durante 2020, en medio de la pandemia, se radicaron casi 20 mil argentinos, y en 2021, cuando retornó la libertad de circulación, otros 33 mil. Estos 53 mil nuevos residentes se suman a los 300 mil argentinos que ya vivían oficialmente en España.
Aunque no haya datos sobre 2022, cabe suponer que el flujo creciente se sostuvo. En los más jóvenes, puede haber deseos de vivir la experiencia de radicarse en un país europeo, sobre todo si se cuenta con el pasaporte comunitario, sea por motivos personales o profesionales, pero es innegable que el largo ciclo de nuestra crisis económica genera angustia y desilusión: hace demasiado tiempo que Argentina no ofrece opciones para el desarrollo personal.
Las crisis de 1989 y 2001 son dos ejemplos. No fueron pocas las personas o familias que perdieron sus trabajos y, por ende, su autonomía, o incluso algún bien o emprendimiento comercial o profesional.
Hubo entonces, como ahora, una fuerte migración: obligados a empezar de nuevo, con todo lo que eso implica, decidieron hacerlo en otro país, en un lugar que les ofreciera una mínima certeza de que su esfuerzo no sería en vano.
La Unión Europea, con una moneda común que representa una política macroeconómica que, en esencia, es la misma en casi 30 países, es el espacio al que tantos anhelan ingresar en la actualidad. Sobre todo, como dijimos, cuando se cuenta con el pasaporte europeo por ser descendiente de un inmigrante de ese origen.
Y si pensamos en España, además, no solo juega a favor el idioma sino también un marco legal que facilita la incorporación de extranjeros al mercado laboral. Es decir que lo que aquí puede resultarle muy dificultoso a un adulto joven, allá se torna más accesible. ¿Por qué no probar, al menos por un tiempo?, es la pregunta que se hacen miles. Si al fin y al cabo, en Argentina, mientras tanto, las cosas seguirán empeorando porque no hay ningún atisbo de cambio de rumbo.
Este encuadre del fenómeno no debe omitir una perspectiva alternativa que advierte la emergencia de una cultura de la circulación migratoria: para quienes tienen doble nacionalidad, contar con ese segundo pasaporte representa un capital simbólico, un recurso estratégico que se puede usar en ciertos momentos para trasladarse de un punto a otro y mantenerse siempre, en la medida de lo posible, en el lugar más seguro.
No fueron pocos los argentinos radicados en España que, ante la crisis financiera de 2008, retornaron al país. Pero muchos de ellos optaron por volver a España a partir de 2017, cuando la economía española florecía una vez más, mientras que la Argentina seguía sin despegar.
Ambas líneas de análisis convergen en un punto. Hay muchos argentinos dispuestos a emigrar con tal de vivir tranquilos y poder aspirar a una movilidad social ascendente. Sería deseable que la dirigencia política les pudiera ofrecer la posibilidad cierta de alcanzar ese objetivo en su propia tierra.