En Mendoza, el turismo interno y el internacional están definitivamente instalados como actividades de gran dinámica y crecimiento de las variables económicas, fuentes de mano de obra genuina y efectos multiplicadores en otras ocupaciones provinciales.
Claro está que, actualmente, solamente podemos ponderar el movimiento creado por la afluencia de visitantes del país, dado que el ingreso de viajeros del exterior está postergado hasta nuevo aviso, por la circulación de la pandemia del Covid-19.
El Gobierno provincial apuesta a la llegada, al territorio, de los visitantes nacionales y a la movilización de los contingentes internos que, limitados de desplazamientos a los tradicionales centros de verano, han elegido movilizarse por los distintos oasis que tiene la provincia, con especial atención a lugares como la Alta Montaña, San Rafael, Valle de Cuyo y Potrerillos, como sitios preferenciales.
Seguramente pasará un tiempo para la libre circulación del turismo en general. Pero estamos seguros de que ese momento llegará por efecto de los planes de salud y la aplicación de la vacuna. Cuando llegue el tiempo de volver a recibir lo contingentes que nos envían los distintos países y las restantes provincias argentinas, debemos estar en mejores condiciones.
Hay muchas acciones que se pueden ir tomando en el territorio para mejorar la oferta receptiva y los servicios para aquellos que elijan visitar los paisajes de la geografía local. Además de asegurar la prestación de los servicios en los lugares que recorren los turistas, una gestión que se podría encarar sería poner en justo valor los puntos limítrofes de la provincia.
No quiere decir que no haya que encarar otras acciones en las múltiples demandas que tiene el turismo, pero una adecuada carta de presentación de la provincia sería tener lugares consolidados en los espacios que compartimos límites con Chile y con las provincias de Neuquén y La Pampa, al Sur; con San Juan, al Norte, y al Este, con San Luis.
Se ha avanzado bien en la zona de Desaguadero (La Paz) por donde (en tiempos normales) pasan de 1.300 a 1.500 vehículos diarios. No están terminadas las obras, pero cuando se inauguren las mejoras en los edificios del lugar y la puesta en valor del arco, el sitio habrá recobrado prestancia y presencia, una situación a todas luces necesaria porque la provincia vecina, San Luis, hace tiempo que mejoró su infraestructura en el área.
Asimismo, se deberían realizar proyectos en el sur provincial, donde el territorio limita con Neuquén y con La Pampa, y en igual medida se debería actuar en Jocolí (Lavalle), donde Mendoza comparte límite con San Juan.
Imprescindible, aunque difícil por ahora, será jerarquizar la posición en la montaña, en la frontera con la nación trasandina donde desde hace mucho tiempo se aguarda la recuperación de la villa Las Cuevas, que alguna vez tuvo esplendor, habitantes, edificios públicos y restaurantes y alojamiento.
Hoy, en gran medida, se ha perdido toda esa fuerza que debe tener un pueblo de frontera y por eso resulta una deuda muy grande volver a poner en marcha el sitio por donde ingresan, en tiempos normales, miles de visitantes y el transporte de carga internacional. Un desafío del que debería tomar parte el Gobierno nacional, presente cuando se construyó ese enclave cordillerano en los años ’50.