La falta de seguridad toma notoriedad cuando los índices delictivos aumentan y se reflejan como alarma en las estadísticas. También en los sondeos de opinión que realizan las distintas consultoras o encuestadoras.
En lo que atañe a nuestra provincia, en una reciente cobertura periodística de Los Andes se reflejó cómo los mendocinos se organizan contra los hechos delictivos. Hay comerciantes barriales que apelan a cartelería casera para pedirles a los delincuentes que, principalmente, no produzcan daños en los locales que atienden y en la mercadería para la venta, o que no agredan a las personas, tanto familiares como clientes.
También la gente apela desde hace un tiempo a la prevención barrial y para ello se organiza a través de grupos que se comunican por WhatsApp para prever tareas de prevención. Hay zonas (se observa mucho en el Gran Buenos Aires) en las que hasta se realizan rondas entre vecinos que remplazan a la inexistente presencia policial.
El panorama es muy preocupante. El contexto general en la Argentina no ayuda. La pobreza creciente alimenta el problema hasta convertirlo casi en un drama.
Por otra parte, no se puede esperar mucho en materia de seguridad en un país cuyas autoridades no atinan a la instrumentación de políticas públicas que permitan salir al cruce del drama del narcotráfico y su consecuente ola de delitos. Es un flagelo que aterroriza a Rosario y otras zonas de la provincia de Santa Fe y que se transmite sin límites a otros puntos del país.
Siempre detrás del accionar de las bandas narco, o de quienes actúan en su nombre como sicarios, se ampara la faz delictiva en general. Numerosas personas aprovechan la coyuntura para atormentar. Una confusión en la que queda inmersa la mayoría de la población, que espera soluciones que, como indicamos recientemente, no siempre llegan con la prontitud y eficiencia requeridas.
Como otras tantas inquietudes de la sociedad argentina, el de la inseguridad es un debate que generalmente queda a mitad de camino. Suele abordarse la problemática en vísperas de elecciones, pero mayormente las ideas que se plantean para abordar soluciones se reducen a meras expresiones de deseo alentadas por el debate que sólo busca votos. Estamos en un extenso año de elecciones y no debería haber pretexto para relativizar el problema.
Tal vez haya llegado el momento para que la dirigencia política, sin distinción de identificación partidaria, tome con absoluta seriedad y compromiso el problema de la inseguridad. Con consensos que den continuidad. Es, a no dudarlo, una de las mayores responsabilidades del Estado.
Al margen de la solución de los problemas sociales y económicos que sirven de caldo de cultivo para el aumento del delito, la dirigencia argentina daría un gran ejemplo si, tanto a nivel nacional como de las provincias, buscara consensuar políticas de seguridad eficaces.