Apreciaciones de una dirigente política despreciaron la labor de los medios de comunicación. Un hecho que se repite en el país con características preocupantes.
En un intento por justificar por qué razón no suele atender pedidos de entrevistas o consultas que le formulan los periodistas, quien arremetió esta vez contra el periodismo fue la diputada nacional Lourdes Arrieta, representante de Mendoza en el Congreso de la Nación por La Libertad Avanza. En un programa emitido por streaming, la legisladora oficialista calificó a los medios periodísticos como “intermediarios de alguien que les ha pasado un sobre”. Recurrió así a un concepto sobre el tema que, lamentablemente, instaló el presidente Javier Milei para permitirse sospechar de la honestidad de hombres y mujeres de prensa.
La diputada en cuestión considera que la mayoría de los medios periodísticos “son pagados por el (sector) privado, que escucha a quien quiere escucharlo”. Por esa apreciación de la realidad comunicacional la legisladora justificó negarse a otorgar entrevistas a periodistas que representan a medios y sólo expresarse a través de las redes sociales.
Ante esta postura nos remitimos a recientes conceptos vertidos desde la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) para enfocar, precisamente, sobre el rol de los medios periodísticos en una época de cambios y confusiones como la actual.
“La prensa libre e independiente –señala la entidad- es, aquí y en todo el mundo democrático, el aguijón, el perro guardián, el mosquito que zumba y molesta. Pero también la que habilita un debate informado y vibrante, un contrapeso a los desvíos y a los excesos, un reaseguro frente a cualquier cheque en blanco”.
Los medios periodísticos son empresa, pero no cualquier empresa. Son organizaciones de personas, pero no cualquier organización de personas. Asumen la lógica de mercado, pero a la vez la trascienden. Representan audiencias y por eso reflejan las voces de la ciudadanía, interpretan a sectores de la sociedad, expresan el ADN de las comunidades en las que operan.
Cuando los medios no están –remarca Adepa-, cuando se debilitan o desaparecen, como ocurre con muchos desiertos informáticos que se multiplican hoy por el mundo, crece el espacio para los feudalismos, para las hegemonías, para los autoritarismos, para la corrupción y para el mal gobierno. También para la pérdida de la libertad.
Los medios periodísticos, por lo tanto, son pilares del sistema democrático, trascienden al ecosistema digital, sin invalidar en ningún momento lo que para la generación de noticias pueden significar las redes sociales en estos tiempos.
Hacer periodismo profesional es costoso. Y tratar de hacer el mejor periodismo es más caro aún. Por lo tanto, lo que está en juego es mucho más que la vigencia de una actividad privada, como es el periodismo independiente. Es la sostenibilidad de una herramienta de raigambre constitucional, constitutiva de la democracia. En efecto, la Corte Suprema de Justicia de la Nación lo ha expresado en su jurisprudencia: el Estado no puede desentenderse de la viabilidad de la prensa.
Por lo tanto, debe entender la diputada nacional Arrieta que una persona pública, que percibe sus ingresos mensuales de lo que el Estado recauda del bolsillo de los argentinos, de ningún modo puede desmerecer la labor de la prensa independiente. Cuando la consciencia transmite tranquilidad porque las intenciones políticas son sanas no se debe temer ponerse cara a cara con los medios que informan con justeza a la ciudadanía.