Los Andes difunde frecuentemente en sus páginas notas que trasuntan ejemplos de vida protagonizados por personas de distintas clases sociales y procedencias económicas, que al exponerlos convalidan sentimientos de concordia y buenas relaciones.
De alguna forma con ese proceder informativo, se confronta con la realidad diaria de casos dolorosos que golpean la sensibilidad y dejan sensaciones amargas en las personas.
La realidad cotidiana depara en ocasiones situaciones muy complicadas o extremas o simplemente que tengan como resultado o conclusión, enseñanzas que sirven para mejorar la calidad de vida.
En la canción “Imagine”, el malogrado músico británico John Lennon comparte su sueño de hermandad entre los seres humanos donde no existan fronteras, ni pretextos para pelear unos contra los otros, ni religiones que separen y donde la gente resida en paz compartiendo “un solo mundo”.
Vivimos en una sociedad que a veces es violenta y ese rostro de la realidad, no puede ser negado, conmueve y abruma.
Lennon proponía a través de esa pieza musical que todos somos esencialmente iguales y que se deben compartir espacios familiares y sociales para mantener una cierta concordia. Trasladada esa posición a nuestra realidad, la idea sería alcanzar la armonía a los que a los barrios que compartimos, luego a los distritos y en círculos concéntricos, a las grandes urbes, de manera de generar, en la medida de lo posible, ambientes de aceptación, diálogo y tolerancia.
Por eso difundir ejemplos de personas que avanzan por la existencia con compromiso, esfuerzo y resiliencia no evitará que sucedan lo sucesos que no queremos, pero serán fuente de inspiración.
En esas historias que son luminosas por su propuesta y concreción podemos citar la de Gustavo “Torito” Rodríguez, un joven deportista de 32 años que sufría síndrome de Down, fallecido hace 18 años, cuando cayó de lo más alto de un aro de básquetbol que intentaba arreglar, en un polideportivo de San Martín.
La existencia de este muchacho y de otros que padecen esa enfermedad será evocada en un documental en confección, que seguramente se convertirá en un aporte más en la corriente imperante de generar, empatía y reflexión con respecto a las barreras que atraviesan las personas con síndrome de Down y sus familias en distintos ámbitos.
En el mismo sentido se encolumnan las realidades -en este caso por estudiar- de Antonella Lorente (30) y un jubilado, Carlos Vera (76), quienes cursan el secundario en el Cens Nº 3-404 Dominga Balcarce San Martín, en la Quinta Sección de la ciudad capital. Antonella es viuda y mamá de tres hijas pequeñas y dispuso instruirse no obstante algunos inconvenientes de tener que afrontar un hogar y criar a su prole. En el caso de su compañero, éste representa un paradigma de cómo la edad no es impedimento para instruirse, junto a alumnos más jóvenes.
Unidos por la vida es el caso de los mendocinos, Jano Manchado Regazzone, Guadalupe Ponce y Rebecca Ávila, participantes de una gesta común: la concientización acerca de la donación voluntaria de sangre, transfusiones que necesitan para poder seguir viviendo.
Ellos tres conforman una parte de un universo de testimonios del Centro Regional de Hemoterapia de Mendoza, en la vecindad del Hospital Central, y su solidaria campaña provincial “Doná sangre, un acto simple que salva vidas”, dirigida a sensibilizar a la población mendocina sobre la importancia de la donación voluntaria del imprescindible tejido conectivo líquido.
Las noticias malas o penosas lamentablemente seguirán existiendo, pero siempre saldremos fortalecidos a través de las historias de vida y solidaridad que engrandecen la condición humana, como algunas de las que han sido evocadas.