La reunión de presidentes de los países miembro del Mercosur que se realizó entre el lunes y el martes en Montevideo, Uruguay, tuvo pasajes de tensiones y de discusiones acaloradas.
En realidad, no es la primera vez que el bloque comercial que integran como socios plenos Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay muestra su costado de discrepancias por decisiones unilaterales que no conforman al conjunto.
El Mercosur (Mercado Común del Sur) fue fundado en 1991 por los actuales estados miembro, a los que se fueron sumando como adherentes otros países de la región, no sin encendidas controversias, como es el caso de Venezuela, hoy suspendida.
El cortocircuito que impone un renovado clima de asperezas tiene que ver con la decisión del Gobierno uruguayo de avanzar en alianzas comerciales por su cuenta, con lo que sería objeto de medidas de represalias.
La estrategia del presidente uruguayo Luis Lacalle Pou estriba en negociar de manera unilateral con terceros estados, en el marco del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, con signatarios de 11 países de Asia y América, entre estos, Chile y Perú.
Sería propicio indagar si estas maniobras individuales no fueron formalizadas por otros socios al margen de los reglamentos fundacionales del bloque. Es factible que ninguno de los signatarios esté en condiciones de desacreditar de manera enfática esa presunción que ahora coloca a Uruguay en el ojo de la tormenta.
Se sabe que en el entramado de los tratados de libre comercio que proliferan en el mundo globalizado cobra un interés particular el tema de los aranceles, con beneficios en materia de exportación e importación de mercaderías.
No semeja tarea sencilla encaminar las relaciones en función de la avanzada, al parecer sin retorno del gobierno de Lacalle Pou. Pero sería atinado hallar puntos de coincidencia frente a la necesidad de recomponer el Mercosur como herramienta para acordar políticas comunes.
Sin embargo, los encontronazos que efectivamente ocurrieron en la cumbre de Montevideo, no auguran un futuro sin sobresaltos. El anfitrión está en jaque y sus aliados se lo han hecho sentir.
En una carta conjunta, Argentina, Brasil y Paraguay pusieron el grito en el cielo. Señalaron que, ante las acciones de Uruguay de cara a la negociación individual de acuerdos comerciales con dimensión arancelaria con el referido Tratado Transpacífico, los 3 países “se reservan el derecho de adoptar las medidas que juzguen necesarias para defender sus intereses en los ámbitos jurídicos y comercial”.
No pocos se preguntarán a esta altura si el Mercosur, a lo largo de su existencia, fue fiel a su espíritu fundacional de integración. Es posible que queden abundantes interrogantes sin respuestas.
Otras dificultades aparte de las citadas se ciernen sobre el organismo regional. Por ejemplo, Lula ha insinuado que cuando asuma pretende acelerar los acuerdos con la Unión Europea, mientras que Argentina se muestra más precavido por temor a perjudicar la industria local.
Veremos como se concilian tan importantes diferencias.