El afán reeleccionista eterno del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, llega a su fin a partir del reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que dio lugar a un amparo interpuesto el año pasado por un frente político opositor contra el octavo período consecutivo de gobierno del mandatario, que ya está cumpliendo y finaliza en 2027.
Se trató de una decisión unánime de los miembros del máximo tribunal del país, que coincidieron en que en Formosa lo que corresponde es encarar una reforma constitucional seria que cambie la normativa actual por la que Insfrán pudo permanecer décadas al frente de la provincia.
El juez supremo Carlos Rosenkrantz profundizó en sus consideraciones y sostuvo en los fundamentos de su voto que el gobernador no debió haber sido habilitado para presentarse al actual período, aunque por respecto a la vida institucional de la provincia norteña y al principio republicano es pertinente que Insfrán termine su actual periodo de gobierno, en 2027.
Agregó el alto magistrado: “No existe duda de que habilitar a que una persona se desempeñe esa cantidad de años de manera ininterrumpida en los más altos cargos provinciales (29 años sólo como gobernador, más otros previos como vice) impone un costo intolerablemente alto al sistema republicano, por cuanto la falta de renovación en el poder facilita el surgimiento de prácticas autoritarias de su ejercicio e imposibilita que la política democrática se desarrolle sanamente”.
Esta decisión de la Corte Suprema llegó en momentos en los que el gobernador formoseño se encontraba gestando una nueva reforma de la Constitución de su provincia para poder obtener más reelecciones. Contaba para ello con una casi segura mayoría en la elección de convencionales constituyentes.
También debe recordarse que previamente la Corte nacional había declarado la inconstitucionalidad de la reelección por más de dos mandatos tanto en San Juan como en Río Negro y Tucumán, poniendo un freno a astutas jugadas, similares a la de Insfrán, por parte de recientes gobernantes de esas provincias para extender su paso por el poder.
Reiterando ideas expuestas en anteriores notas de opinión referidas al tema, se debe decir que abusos en el tiempo al frente de un Estado provincial por lo general derivan en una descomposición social e institucional que siempre resultará difícil recomponer.
Obsérvese que el caudillismo de Insfrán en Formosa fue respaldado en la última elección a gobernador por más del 70% de los votantes, probablemente acostumbrados al clientelismo permanente por parte del Estado y a un desmedido uso del empleo público para asegurar voluntades a la hora de ir al cuarto oscuro electoral.
Este estilo avasallador incluye, además, ataques permanentes a la oposición política y a los medios de prensa independientes. Una lamentable práctica que abunda en provincias cuyos oficialismos ejercen claro dominio sobre la sociedad que les toca tutelar.
Por todo ello, lo destacable es que la nueva intentona reeleccionista de Gildo Insfrán ya no tiene un resultado favorable a su clara estrategia de perpetuarse aún más al mando de su provincia. Este indudable avance cívico lo agradecerá fundamentalmente la república, que necesita que el pleno de sus provincias se encamine de una buena vez por el mismo camino. El orden institucional que el país necesita para salir a flote luego de años de populismo debe sembrarse en cada rincón de su amplia geografía.