Por estos días se recuerdan los 5 años de la publicación de la encíclica “Laudato si', del Papa Francisco, referida al cuidado de la casa común, la tierra, un documento de trascendente valor sobre ecología y ambiente.
Este aniversario es ocasión propicia para analizar las muchas recomendaciones del escrito papal y trasladarlas a las realidades vinculadas al ambiente de la provincia para que, cuando se atemperen los efectos de la pandemia en curso, salgamos mejor parados.
Tres meses después de la Laudato si', en setiembre de 2015, se publicó en Nueva York una importante declaración: Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El pensador Víctor Manuel Pérez Valera, profesor emérito de la Universidad Iberoamericana (Puebla, México), sostiene que si bien ambos escritos “profundizan la relación entre clima y desarrollo y proporcionan respuestas universales a los desafíos mundiales, la Laudato… es más completa y profunda. A partir de los temas de salud, educación, problemática del agua… surgen importantes aspectos ambientales, sociales y económicos”.
Por eso traemos la referencia de estos escritos esclarecedores a nuestra realidad de una provincia semidesértica del Oeste argentino, con muchos problemas a tener en cuenta como el agua, los incendios de campos del piedemonte y de otros sectores del territorio y la contaminación de los cursos, como ríos, canales, acequias y otros derivadores del vital líquido.
Alarma que en momentos en que debe cuidarse la naturaleza, las vidas y las propiedades, ocurran situaciones como la sufrida el viernes 19, cuando ardieron –por combustión intencional- alrededor de 40 automotores que se encontraban estacionados en la playa policial San Agustín, a pocos metros del Parque San Martín.
Demasiado hay que preocuparse por el cuidado que la población necesita para prevenir el contagio con el maligno virus, para que imprescindibles servicios de bomberos policiales y voluntarios tengan que atender contingencias provocadas por inadaptados.
También tenemos que luchar en nuestra realidad contra la existencia de conglomerados habitacionales muy precarios y en pleno siglo XXI, desposeídos de los básicos servicios de luz, agua potable y cloacas. No sabemos si en plazos mediatos, porque en lo cercano nos parece que no podrá concretarse, se tendrán que hacer los esfuerzos para ir erradicando progresivamente estos asentamientos, y conseguir que más familias, especialmente por los niños, tengan una más digna oportunidad de vivir.
Cerramos este comentario con una apelación a la protección a ultranza de lo ambiental, como una forma de salir mejor parados de la crisis que nos abruma.
Finalmente estamos de acuerdo con la licenciada en Gestión Ambiental, María Emilia Molina quien, en una recordación del pasado Día de la Tierra, decía: “Tomando el concepto de crisis y entendiendo que es una oportunidad para ver nuestra capacidad de afrontarla y sobrellevarla, por eso planteo lo siguiente: ¿Estamos dispuestos a entender que nuestros impactos repercuten en el ambiente, que no somos el centro del universo, sino parte de un ecosistema donde cada uno aporta al equilibrio y a la armonía?”
Los tópicos de lo ambiental y lo social no son inseparables y se influyen unos a otros: Y citando otra vez a la “Laudato si”, podemos concluir en que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social”. En efecto, las soluciones requieren acciones coordinadas, abordajes integrales: luchar contra la pobreza, promover la justicia social y cuidar la naturaleza.