A días de las tradicionales celebraciones de fin de año, que en esta ocasión tendrán la particularidad de estar bajo el ámbito e implicancias del peligroso virus pandémico, los mendocinos tendremos la oportunidad de hacer demostración de mesura, solidaridad y buenas prácticas de convivencia en ocasión de una crisis sanitaria de tal magnitud.
Los especialistas en distintas disciplinas aconsejan adoptar ciertas protecciones o cuidados para neutralizar posibles contagios en el marco de la circulación del coronavirus.
Pediatras y otros profesionales de la Medicina aconsejaron, entre otras alternativas, que las reuniones de Navidad y Año Nuevo, como las habituales juntadas para despedir el año que se va, deberían adecuarse a protocolos que, obviamente, no gustan pero que, por el bien de todos, se deben cumplir para evitar males mayores. El Gobierno provincial propicia por supuesto esas reuniones familiares, al aire libre, con un número de participantes que no superen los integrantes de una familia.
Es decir, desalentando grandes encuentros como suelen organizarse en estos acontecimientos, por ahora totalmente desaconsejados. Pensemos que los mendocinos, y la mayoría de los argentinos, no tendremos restricciones que puedan considerarse insalvables, como sí ocurrirá en algunas comunidades españolas, tal el caso de Valencia, donde no se permitirá la entrada de familiares y allegados hasta el 15 de enero próximo.
A lo sumo, habrá que tomar precauciones de reunirse en espacios abiertos, con distancia entre los comensales, con saludos a distancia, sin besos ni abrazos, lo que sabemos y admitimos nos dolerá cumplir.
Pero, como el contagio está vigente, lamentablemente, esas limitaciones por duras que parezcan siempre serán más asumibles que contraer la enfermedad y exponerse a sus riesgos y consecuencias.
Son cosas que suenan fuerte, pero implican conductas que nos llevarán de manera más armónica y segura a los estadios finales del mal que se abatió sobre la humanidad.
También será la ocasión para realizar festejos sin estridencias ni uso de pirotecnia explosiva, un aspecto que recomendamos cada año, en atención a los daños que producen los ruidos de estos artefactos entre personas con condición del espectro autista (especialmente niños). Además, los animales domésticos agradecerán esa tendencia a que haya menos detonaciones ruidosas en extremo.
Los centros médicos y guardias hospitalarias también reconocerán esa conducta porque podría significar una menor concurrencia de heridos y lesionados a los efectores sanitarios, donde la carga laboral, de tensión y agotamiento por la enfermedad del Covid-19 es muy fuerte y ha extenuado al personal de la salud: desde un auxiliar, un camillero o empleado o empleada de limpieza hasta los especialistas que trabajan horas en las unidades de terapia intensiva.
En el mismo renglón de prevención y protección ciudadana, apelamos a la responsabilidad de manejar vehículos en estos días en armonía con la seguridad vial, y siempre por la misma razón: no saturar los servicios médicos que esperan atravesar estas jornadas con menos sobresaltos. En tal sentido, el incidente de tránsito debería bajar respecto de otros años y lo mismo las conductas violentas o salidas de registro que suelen derivar en personas heridas. Los periodistas que han cubierto las incidencias de las guardias de los nosocomios para estas fiestas, tienen cabal idea de lo descripto.
Siempre deben primar las conductas de festejos dentro de los parámetros normales de unas jornadas que estimulan al encuentro familiar, el brindis y la transmisión de buenos deseos y augurios. Pero, en este año de pandemia, mucho más.
