Fabricación local de vacunas, buena señal

Argentina se sumó al grupo de países que desarrollan vacunas contra el coronavirus. Entre las diversas iniciativas impulsadas por el entramado científico tecnológico nacional para dar respuestas a la pandemia, se encuentra el diseño y producción de un inoculante en nuestro territorio. Un enorme logro de la investigación aplicada que coloca a la ciencia local entre las destacadas del mundo.

Fabricación local de vacunas, buena señal
Los científicos que trabajaron en la Sputnik V. Foto: Laboratorio Richmond

La fabricación nacional de vacunas, para evitar la transmisión del SARS-COV-2, es una buenas noticia. La Argentina tiene un complicado posicionamiento en el campo internacional por el riesgo país que acredita, uno de los más altos de la región y por la recesión, pero, en el campo científico, la capacidad de elaborar inoculantes contra el coronavirus dentro de nuestras fronteras, indica que hay ventanas abiertas para la recuperación.

A la fabricación local del inoculante de Oxford-AstraZeneca y la Sputnik V, se trabaja activamente en otra de diseño propio. Este nivel de acción, en este campo de la ciencia médica, nos permitirá ubicarnos entre las naciones que pueden producir millones de dosis: desde el antígeno, como es el caso de la vacuna originaria en el Reino Unido, hasta la parte final, como es el producto que lanzó al mundo el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, de la Federación Rusa.

Una forma de contrarrestar las dificultades económico-financieras que padecemos, y que son muy graves, o mejor dicho demostrar que, cuando queremos, somos capaces, podemos tomar un camino ascendente, en el campo de la ciencia, al menos.

En los desarrollos locales hay una participación nacional muy destacada, pero los principios básicos para hacer un inoculante aún dependen de materiales que vienen del exterior.

Lo que falta en este esquema es el diseño propio de la vacuna, desafío que se está realizando en los ámbitos del Ministerio de Ciencia y Tecnología con la inapreciable participación del área privada.

Según las informaciones difundidas por fuentes oficiales, en la actualidad hay por lo menos cuatro proyectos bastante avanzados, uno más adelantado que los restantes y es el que se está plasmando en la Universidad Nacional de San Martín. Declaraciones del ministro del área, Roberto Salvarreza, afirmaban que actualmente se trabaja en la fase preclínica y que, para fin de año, se podría disponer de una vacuna argentina en fase 1. Pero, en el campo de la colaboración internacional, la vacuna Sputnik-VIDA (acrónimo de Vacuna de Inmunización para el Desarrollo Argentino), podría contribuir de manera determinada a disminuir, a atemperar las consecuencias de la grave enfermedad en circulación aún.

Es un posicionamiento que, sin desconocer otros problemas por los que atravesamos, nos permite afirmar que Argentina tiene futuro.

Esta posibilidad de producción dentro de nuestras fronteras, de los inoculantes contra el Covid-19, no sólo constituye un ambicioso proyecto científico en el país, sino que contribuirá a que otros Estados latinoamericanos, que no tienen el nivel de riesgo país ni la inflación que padecemos, pero que no disponen de avances en el campo de la ciencia médica como el nuestro, podrán servirse del nivel de investigación que posee el sistema científico nacional.

Sin embargo, aún queda un extenso camino por recorrer para mantener la investigación científica argentina en el lugar de privilegio que todos queremos que tenga, aquélla que nos dio la enorme satisfacción de contar con los premios Nobel de Medicina, Bernardo Houssay (1947) y César Milstein (1984), y de Química, Luis Federico Leloir (1970), además de asegurar que los investigadores se queden en nuestras fronteras y retornen muchos de los que se fueron.

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