Los abusos de efectivos de la Policía son moneda corriente en distintas provincias argentinas. Esos excesos no parecen tener fronteras. A menudo ocupan la atención global, por tratarse de acciones perpetradas en abierta violación a los derechos humanos y a las directivas recibidas durante la etapa de formación para desempeñarse como servidores públicos.
George Floyd murió el 25 de mayo pasado en la ciudad de Minneapolis, Estados Unidos, cuando un policía se arrodilló sobre su pecho hasta matarlo por asfixia. “No puedo respirar”, le había suplicado Floyd. El caso se enmarcó en la lista de abominables manifestaciones discriminatorias contra ciudadanos afroamericanos y encendió protestas de repudio en el país.
Estos días un episodio policial similar escribió otra página nefasta en la provincia de Tucumán. ¿Efecto contagio? Lo cierto es que la Justicia averigua las causas de la muerte de un hombre que, según la autopsia, sufrió un cuadro de asfixia irreversible y no un paro cardíaco, como se intentó instalar desde la fuerza de seguridad.
A ello se sumó el relato de un testigo, quien dijo que el deceso del presunto ladrón se produjo mientras un uniformado le oprimía la nuca con su rodilla. El hombre, que estaba reducido y tirado en el piso, también imploraba: “Me falta el aire”. Como única respuesta a su pedido de clemencia (siempre según el testigo), el agente le reclamaba al detenido que se callara y que no fuera “cagón”.
Salvando las distancias y el segregacionismo histórico del caso de Minneapolis, el episodio en Tucumán fue emparentado de inmediato con el aciago final de George Floyd.
También actualizó la repulsa por el crimen de un trabajador rural durante un operativo policial realizado en mayo en la localidad tucumana de Simoca. En este hecho, se probó que el disparo mortal salió del arma reglamentaria de uno de los agentes detenidos.
Los abusos de efectivos de la Policía son moneda corriente en distintas provincias argentinas. Es verdad que la ola delictiva tiene a maltraer a la sociedad. La Policía ha sido formada para velar por la seguridad colectiva, pero de ningún modo se puede admitir el tormento hasta la muerte de un detenido.
El Estado debe ir a fondo sobre las causas que generan este tipo de aberrantes hechos. En los EE:UU. el asesinato de Georges Floyd produjo innumerables protestas ciudadanas lo que fue también un cuestionamiento a las autoridades políticas. En cambio, en la Argentina la política oficial, que también criticó lo que ocurrió en el país del norte, debería poner las barbas en remojo y ocuparse más de lo que pasa por acá.