El Reino Unido nos quiere lejos de Malvinas

El canciller inglés visitó a principio de semana las Islas Malvinas, con el claro propósito de afirmar la usurpación, reivindicar el derecho de autodeterminación de los isleños y recorrer lugares donde se combatió en 1982. El Gobierno argentino debería reclamar a su par inglés el inicio de negociaciones sobre el pendiente tema de la soberanía.

El presidente Javier Milei junto al canciller británico David Cameron en Davos.
El presidente Javier Milei junto al canciller británico David Cameron en Davos.

No hay mejor defensa que un buen ataque, es una frase que se usa y sirve mucho en el fútbol. Si estamos encima del arco visitante, el nuestro afrontará menos riesgos.

El Reino Unido aplica esta estrategia para mantener a los argentinos lo más alejados posible de una discusión sobre el tema de la soberanía y mucho menos, por supuesto, de una eventual devolución del territorio que nos pertenece.

Para continuar con la comparación con el popular deporte de la pelota y los veintidós jugadores, la actual administración que encabeza el presidente Javier Gerardo Milei no ejerce una presión muy alta sobre los actuales usurpadores del remoto archipiélago y se mueve dentro de los canales diplomáticos previsibles.

Esto favorece a Gran Bretaña, aspecto que se vio reflejado el pasado el 17 de enero último cuando el titular del Poder Ejecutivo nacional se reunió con el canciller inglés, David Cameron, durante la realización del Foro Económico Global en la ciudad suiza de Davos.

En aquella ocasión, según informó nuestro Gobierno, el encuentro con Cameron fue calificado de “excelente”, admitiendo que no se había avanzado “en profundidad” sobre la causa Malvinas, aunque aceptando que habían fijado el tema “como un punto a tratar en una (futura) agenda” bilateral. En tanto, conversaron en esa ocasión sobre la posibilidad de profundizar los vínculos comerciales y la promoción de inversiones inglesas en la Argentina, entre otros tópicos. Situación que nadie puede negar como auspiciosa y prometedora, pero claro siempre que no implicara renunciar a la problemática de fondo que es la soberanía.

Bueno, eso significó, en nuestra interpretación, llevar a la práctica el ejemplo del fútbol: nada mejor para las pretensiones del Reino Unido que nuestro país no insistiera en exigir la formación de comisiones de diálogo, que se vienen reclamando desde hace tiempo.

Hay que recordar que la Cuestión Malvinas ha sido calificada por las Naciones Unidas como un caso de descolonización colonial especial y particular, donde subyace una disputa de soberanía y, por ende, a diferencia de los casos coloniales tradicionales, no resulta aplicable el principio de la libre determinación de los pueblos.

Entonces, como nuestro país no presiona sobre el campo rival en el tema que más le duele, los británicos contraatacan afirmando su posición dominante sobre Malvinas.

En ese contexto analizamos la visita que a principio de semana (lunes 19) realizó el canciller Cameron a nuestras islas, en el marco de un viaje oficial por Sudamérica, no sólo para confirmar que la soberanía no está en discusión, sino para ratificar que la bandera inglesa está bien izada en el suelo austral y que se seguirá respetando a capa y espada la autodeterminación de los pobladores isleños, los kelpers.

Para despejar todas las dudas sobre la posición británica, están unas recientes declaraciones del funcionario extranjero, cuando dijo: “Las Islas Malvinas son una parte valiosa de la familia británica y tenemos claro que, mientras quieran seguir siéndolo, el tema de la soberanía (con la Argentina) no será objeto de discusión”.

En un tema de indudable interés de la ciudadanía y de reclamada reivindicación, sería muy auspicioso que el Gobierno nacional efectuara, en virtud de la visita realizada a las islas del representante de las relaciones exteriores del país europeo, una declaración que implicase solicitar a la autoridad inglesa el inicio de un periodo de conversaciones sobre el tema que no debe ser olvidado, la soberanía. Sería una forma de recuperar la posesión de la pelota y el protagonismo en este partido desigual, en línea con la forma en que iniciamos este comentario editorial.

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