La reciente cumbre de presidentes del Mercosur, llevada a cabo en Paraguay, demostró una vez más que el bloque regional se halla transitando un ciclo de turbulencias, producto de las desinteligencias políticas sobre cómo posicionarse con el mundo.
Una vez más, Uruguay propuso un marco modernizador para las negociaciones multilaterales, de modo de permitir lo que proponen sus autoridades: lograr acuerdos de intercambio comercial por fuera del bloque. Es, sin duda, un punto de discordia entre los países miembros, ya que ésta es la cuarta vez consecutiva sin una firma conjunta de las conclusiones entre los presidentes, justamente por la reticencia uruguaya.
Sabido es que Uruguay promueve la firma de un tratado de libre comercio con China en base a sus buenas perspectivas de comercialización con ese lejano país, ambición que se ve obstaculizada por las trabas que pone el Mercosur sin aportar, a la vez, propuestas alternativas que lleven a un cambio de postura por parte de la diplomacia uruguaya.
El presidente argentino se expresó una vez más por el mantenimiento de la unidad del Mercosur. “Que no nos ilusione la idea de separarnos”, expresó Alberto Fernández en el reciente cónclave. Por ello no apostó a una ruptura con su par Lacalle Pou, “Veamos, pero sigamos transitando juntos”, fue una clara señal de que tampoco el gobierno argentino tiene del todo claras sus ideas sobre aperturas al mundo del comercio internacional.
El presidente de Uruguay, por otra parte, señaló que su país siente la necesidad de negociar con China en la comercial por una cuestión ya arraigada. Dijo que esta pretendida apertura es una suerte de “interés nacional” ya que, sostuvo, la iniciativa fue ya encarada por gobiernos anteriores de otro signo político.
Al final, el más explícito resultó ser el presidente anfitrión, el paraguayo Abdo Benítez, que admitió que a su país le inquieta el posible ingreso de China a la región sustentando en su política de aranceles preferenciales para el intercambio de producción.
Como bien señalan observadores internacionales, de los que se hacen eco periódicamente analistas en temas de comercialización, el futuro del Mercosur se torna más incierto. No sólo el pretendido acuerdo de Uruguay con China sacude el tablero; la reducción de aranceles es una constante preocupación en la que coinciden Argentina y Brasil. Por otra parte, es claro que nuestro país, con su actual conducción, sale a proteger su industria, pero sin reparar en los inconvenientes que su economía mantiene puertas adentro por sus erráticas decisiones.
Desde el Banco Interamericano de Desarrollo ven viable, para salir del atolladero, el mantenimiento de un área de libre comercio o una alternativa de unión aduanera.
Lo importante es que ningún gobierno del bloque, sea cual fuere su ideología, se muestra dispuesto a cuestionar la existencia del mismo, algo que dejaría un costo político enorme para quien lo plantease.
De todos modos, en las actuales condiciones es improbable que el Mercosur retome algún protagonismo en el mundo que signifique un rédito comercial significativo para sus países miembros. Lamentable teniendo en cuenta las posibilidades comerciales para países productores de alimentos, como los de esta región, que genera el conflicto bélico en Europa.