El discurso faccioso en la política argentina

El discurso faccioso busca deslegitimar toda crítica; por eso la anula. El discurso democrático la valora; por eso la garantiza. El kirchnerismo necesita demostrar que entiende la diferencia entre una cosa y la otra.

El discurso faccioso en la política argentina
El jefe del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados de la Nación, Máximo Kirchner, es el nuevo ejemplo de este discurso faccioso.

El discurso político argentino debe abandonar el faccionalismo. Es imprescindible que, de una vez por todas, se enmarque en el contexto de responsabilidad, madurez, prudencia y respeto que debiera caracterizarlo, a tono con la democracia.

El sistema democrático implica un debate público entre diferentes corrientes de pensamiento. Es lógico, entonces, que se sugieran distintas alternativas para mejorar la calidad de vida de la sociedad. En ese debate, nadie es de por sí superior o mejor que otro. Cada quien formula su punto de vista sin atacar a los demás, ya que la discusión es sobre ideas, sobre planes, no sobre personas.

El faccionalismo es exactamente lo contrario. El discurso faccioso no gira alrededor de ideas, sino de personas. Se trata de defender a los propios y de, al mismo tiempo, atacar a los contrarios cada vez que se habla. No importan los temas, ni las críticas, ni la historia, ni los datos. No importa caer en contradicciones o falsas argumentaciones. Lo único que importa es defender al propio grupo.

El jefe del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados de la Nación, Máximo Kirchner, es el nuevo ejemplo de este discurso faccioso. En recientes declaraciones periodísticas, afirmó que la pandemia “agravó y profundizó los problemas que generó el macrismo con sus políticas económicas anticuadas, que nunca funcionaron”.

Sin embargo, según Kirchner, esas ideas siguen presentes en los medios de comunicación, porque “en algunos sectores de poder de la Argentina hay un malestar por el resultado electoral y esto los lleva a este tipo de análisis por demás forzados”, cuyo único objetivo sería generar una opinión contraria al oficialismo.

De paso, defendió al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en la polémica sobre los muertos por coronavirus no contabilizados, cuestionando al gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El razonamiento fue que ocultan cifras de fallecidos quienes “están interesados en la apertura y no en que la gente se contagie lo menos posible”. Los graves errores de la gestión Mauricio Macri fueron numerosos y no debe haber medio de comunicación en el país que no los haya resaltado en múltiples oportunidades. Pero de ahí a invalidar un conjunto de ideas políticas, económicas, culturales y sociales, hay un salto injustificable.

En paralelo, y más allá de la pandemia extraordinaria que vivimos, no son pocos los analistas que se muestran sorprendidos por un peronismo que no acierta a gestionar.

En consecuencia, así como hay críticas al oficialismo desde una perspectiva liberal, que fue igualmente crítica con el macrismo, otras críticas emergen desde una posición cercana al propio peronismo.

Mientras tanto, los principales referentes del kirchnerismo siguen negándose a realizar una profunda autocrítica de sus tres mandatos presidenciales previos al de Macri.

El discurso faccioso busca deslegitimar toda crítica; por eso la anula. El discurso democrático la valora; por eso la garantiza. El kirchnerismo necesita demostrar que entiende la diferencia entre una cosa y la otra.

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