A mediados de enero, el canciller argentino, Santiago Cafiero, mantenía una importante reunión con Anthony Blinken, el secretario de Estado del presidente estadounidense, Joe Biden, en lo que fue considerado como un encuentro determinante para destrabar las negociaciones de nuestro país con el FMI (Fondo Monetario Internacional).
El cónclave con uno de los más influyentes funcionarios de la Casa Blanca significó, también, como un acercamiento con el país del Norte y señal de distensión luego de un par de años de claro acercamiento de la Argentina a países de la región guiados por autoritarismos o dictaduras.
Un ejemplo: pocas horas antes de ese encuentro Cafiero-Blinken, nuestro país estuvo representado en la reasunción de Ortega en Nicaragua, acto que tuvo la presencia del iraní Mohsén Rezai, demandado internacionalmente por la Argentina como responsable de la voladura del edificio de la AMIA en 1994.Pocos días después de aquel encuentro diplomático, y con el guiño de los Estados Unidos, la Argentina y el FMI dieron a conocer un principio de acuerdo para permitir que nuestro país pueda reordenar su deuda con ese organismo.
Obviamente, faltan precisiones sobre el postergado entendimiento, pero se debe reconocer que se trató de un avance importante.
Sin embargo, la reciente visita presidencial a Rusia, que ya estaba programada cuando Cafiero visitó Estados Unidos y que se da en el marco de una gira que incluye a China y Barbados, deja muchas especulaciones que, a su vez, pueden generar resquemores en la administración Biden.
Si bien, reiteramos, la breve visita a Moscú estaba prevista con antelación, finalmente se concretó en medio de la tremenda turbulencia que genera la actitud rusa de acechar a Ucrania, lo que puso a Estados Unidos y otros países de la OTAN expectantes y listos para actuar si se produce la invasión.
En segundo lugar, y más allá del vínculo institucional y comercial que la Argentina pretenda reforzar con Rusia, cabe preguntar si era necesario que Alberto Fernández le expresara a Vladimir Putin conceptos tan punzantes para las expectativas de EEUU, nuestro principal garante en la negociación por la deuda.
En efecto, el jefe del Ejecutivo le expresó a su par ruso que una de sus preocupaciones es que Argentina no mantenga un vínculo tan estrecho con Washington y también se quejó de la relación con el Fondo Monetario.
Y encendió alertas cuando le expresó al presidente Putin que otro de sus deseos es que nuestro país sea la puerta de entrada para Rusia en América Latina.
Bien señalan analistas, a raíz de esta actitud de Alberto Fernández, que no se puede confundir lo que constituye una válida política apuntada al multilateralismo, y con diversos enfoques, con lo que puede estar insinuando una futura sociedad estratégica con Rusia, con todo lo que significa para las potencias que lideran los grandes bloques políticos y comerciales del mundo.
Probablemente, la escala presidencial en China, que se desarrolla por estas horas, también aporte detalles que serán tenidos en cuenta a nivel global a la hora de evaluar la posición argentina.
Es conveniente recordar, quizá hoy más que nunca, la máxima fundamental de toda política internacional sensata e inteligente: siempre los intereses nacionales deben predominar sobre los ideologismos para avanzar hacia el lado correcto de las cosas.