La temperatura promedio de la Tierra durante septiembre de este año rebasó en casi un grado centígrado el promedio registrado entre 1991 y 2020 para ese mes.
No sólo representa un nuevo récord, sino también el mayor margen por encima del promedio para un mes cualquiera en los 83 años documentados por el Servicio de Cambio Climático Copérnico de la Agencia Espacial Europea.
En lo que va de este año, para los europeos, julio y agosto tuvieron las temperaturas brutas más altas porque se corresponden con el verano boreal.
A comienzos de julio, por ejemplo, la temperatura media de la Tierra se mantuvo durante tres días consecutivos por encima de los 17 grados.
En ese lapso, además, la temperatura de cada día superaba la del día anterior.
Con todo, esa marca se ubicó apenas tres décimas de grado por encima del récord anterior.
Ahora estamos hablando de un promedio mensual cercano a un grado.
No sólo se trata de una brecha térmica mayor, sino también de un período de tiempo mayor.
Por eso los científicos han definido la marca de septiembre como la mayor anomalía respecto de la norma.
Esto es importante por diversos motivos. Por un lado, las anomalías térmicas arrojan datos cruciales sobre el calentamiento global. Por otro lado, el sostenimiento temporal de esa anomalía configura un riesgo tanto para las personas como para los ecosistemas.
Pensemos que no sólo entran en situación de riesgo los entornos naturales de miles de plantas y animales, sino también la agricultura y la ganadería; en otras palabras, la producción de alimentos.
Cualquier ecosistema en general, como cualquier ser vivo en particular, entra en situación de estrés y enfrenta un agotamiento creciente si se lo expone a temperaturas elevadas durante un período prolongado. Basta recordar cómo nos sentimos cuando atravesamos una ola de calor a lo largo de una semana para darnos cuenta de la dimensión del problema.
Exactamente por lo mismo, cuando suben las temperaturas y se resecan los terrenos, las autoridades nos recuerdan que aumenta el riesgo de incendios y nos recomiendan una serie de precauciones.
La alta y persistente temperatura de la Tierra durante septiembre se debió, principalmente, a un calentamiento de los océanos, un fenómeno asociado al evento climatológico que conocemos como El Niño. De todas maneras, los investigadores advierten que en el pasado El Niño calentaba los océanos, pero no se registraba una temperatura promedio tan alta. Estaríamos, entonces, ante otra confirmación del calentamiento global.
Así, la Tierra tendría en 2023 el año más caluroso del que se tenga registro. Se estima que la suba rozará el grado y medio por encima de la era preindustrial, que es el límite que se fijó la comunidad internacional cuando elaboró, en 2015, el Acuerdo de París.
Ese umbral de 1,5 grados es para temperaturas promedio a largo plazo, no para un solo mes o un año. Sin embargo, los registros científicos de este año debieran ser argumento suficiente para que todos los países redoblen su compromiso en reducir la emisión de gases contaminantes.