Previo a las recientes elecciones presidenciales, Ecuador vivió momentos de enorme tensión a raíz del asesinato de unos de los candidatos. Luego hubo otro aspirante a la primera magistratura cuya vida corrió peligro y varias personas más vinculadas con la actividad política se vieron inmersas en acciones delictivas que ellas mismas denunciaron. A fines de julio el alcalde de la ciudad de Manta, Agustín Intriago, un declarado luchador contra el crimen organizado, también fue asesinado a tiros.
Se trata de una ola delictiva que tiene su sustentación en el accionar de bandas del narcotráfico, cuya actividad creció mucho en los últimos tiempos en aquel país. Analistas señalan que estos sectores de narcotraficantes pretenden marcar con sus crímenes los tiempos de las próximas gestiones presidenciales ecuatorianas.
El candidato asesinado pocas horas antes de la elección de hace dos domingos fue Fernando Villavicencio, un hombre vinculado al periodismo que por primera vez se presentaba para competir por la presidencia. Se encargó siempre de denunciar vínculos entre los delincuentes armados y el poder político de Ecuador, además de connivencia entre las fuerzas de seguridad y las bandas.
Como consecuencia del impactante crimen de Villavicencio, la mayor parte de los cierres de campaña debieron realizarse en actos con extrema guardia de seguridad y con los candidatos provistos de cascos y chalecos antibalas. Muy lamentable.
En lo que va del año ya hubo 3.660 muertes como consecuencia del accionar de los narcos. Y en 2022 Ecuador tuvo la cifra más alta de crímenes de su historia: 4.600. Hay 2 bandas de narcos asolando a Ecuador que están vinculadas con los más importantes carteles de la droga mexicanos .
Este drama que viven los ecuatorianos toca de cerca a toda la región y en especial a la Argentina. En más de una oportunidad nos hemos referido a través de estas líneas a la ya gravísima realidad en varios puntos del país por el accionar de los delincuentes narcos.
La ciudad de Rosario y sus alrededores continúan siendo el epicentro del grave conflicto, donde mayor número de víctimas se registra en forma periódica y donde más se ha atentado contra medios periodísticos y organizaciones de la comunidad. El número de víctimas fatales y heridos es realmente dramático.
Pero no se puede dejar de señalar que la crisis por este tipo de accionar delictivo ya se ha extendido al Conurbano de Buenos Aires y a otros centros poblados importantes de nuestro país. Se trata de una actividad que exige de las autoridades una preocupación creciente y constante en virtud de la multiplicación de casos que salen a la luz y las consecuentes olas de crímenes y terror que generan.
Lamentablemente, el gobierno nacional poco y nada se ha involucrado en el combate al narcotráfico. Lo corroboran los números que surgen de la actividad delictiva que sale a la luz a diario.
Es de esperar que en el debate preelectoral en curso los aspirantes a la Presidencia tomen en cuenta esta triste realidad y se dé paso a una búsqueda de consensos futuros que permitan alumbrar una solución.