Desperdiciar alimentos, otra forma de injusticia

La cuestión de la pérdida de alimentos de grandes estructuras comerciales y lugares de comida, que se convierten en desperdicios, cuando podrían aprovecharse para alimentar a miles de familias, sigue siendo un gran problema que todavía está pendiente de solución. En Mendoza, esa cruda realidad está presente, pese a la labor de entidades solidarias.

Desperdiciar alimentos, otra forma de injusticia
Desperdicio. Las frutas y verduras que se pierden en la cadena de abastecimiento.

“Los alimentos desperdiciados marcan el destino de millones de personas y por ello la sociedad no debe abordar la cuestión de la alimentación desde una lógica puramente económica y de mercado”.

Así lo definió el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, Vincenzo Paglia, al intervenir en la conferencia “Prevenir y reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en el contexto de la seguridad alimentaria y nutrición. Un reto intersectorial”, que se llevó a cabo en Santiago de Chile, en la sede de la Representación de la FAO para América Latina y el Caribe. El prelado abordó el tema de los productos alimenticios que no llegan a ser humano alguno, recordando, en primer lugar, lo que dijo el Papa Francisco el 18 de mayo de 2019 en su discurso en la Federación Europea de Bancos de Alimentos: “Descartar alimentos significa descartar personas”, y añadió a continuación: “Este descarte de personas, no de alimentos, es intolerable, insoportable, execrable, fuente de inmensa vergüenza”.

El desperdicio de alimentos y la desnutrición están íntimamente relacionados.

Siguiendo el curso de pensamiento de monseñor Paglia, no importa que el desperdicio de alimentos en América Latina cubra sólo 6% del desperdicio mundial, porque ese porcentaje, objetivamente bajo, se convierte en dramático si dejamos de pensar en los alimentos para fijarnos en las personas: 47 millones de personas desnutridas en nuestro continente, con el agravante de una tasa de malnutrición que ha aumentado en los últimos años.

Con 69 kg de comida que se desperdicia anualmente por persona en el mundo, se podría contribuir significativamente a la nutrición de 30 millones de estas personas, según datos registrados por la ONU.

Sostenemos que el tema de la vulnerabilidad alimentaria, que sufren importantes segmentos de la población mundial, vuelve a tomar relieve público tras la visita a Latinoamérica del ya citado monseñor Paglia. En conferencias brindadas en Chile y Argentina puso sobre el tapete la necesidad de prevenir y reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en el contexto de la seguridad alimentaria y nutrición.

En Mendoza el tema también tiene mucha incidencia, al punto que casi una década atrás se perdían 30 toneladas de alimentos por día, equivalente a unas 43 mil raciones de comida.

Los resultados surgieron de un estudio de calidad de los residuos sólidos urbanos realizado por la Universidad Nacional de Cuyo. Los comercios y supermercados son los que más tiraban y probablemente esa cruda realidad se siga manteniendo.

Con el fin de darle un valor social a un producto que, por disposición legal del Código Alimentario Argentino, perdió su valor comercial, algunas entidades benéficas agrupadas en la Fundación Banco de Alimentos, recolectando periódicamente, comida que está a pocos días de entrar en fecha de caducidad.

Las acciones que lleva adelante la Fundación Banco de Alimentos Mendoza es muy trascendente, aportando una mejor calidad de vida en miles de hogares mendocina.

La entidad celebró hace algunos meses su 21° aniversario, y además del trabajo diario, ahora está involucrada en el ambicioso proyecto de construcción de su sede propia.

Su aporte en más de dos décadas de trabajo se resume en más de 13.5 millones de kilogramos de alimentos rescatados y distribuidos; más de 40 millones de platos de comida entregados a quienes más lo necesitan y una necesidad que se mantiene y todos queremos que mengue.

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