El consumo de alcohol es responsable de un importante número de incidentes viales fatales en la provincia de Mendoza.
La crónica nos traslada a algunos días atrás, cuando un conductor ebrio chocó contra una camioneta estacionada en el carril Montecaseros, en la zona rural de San Martín, y provocó una tragedia que dejó como saldo la muerte de dos personas. El conductor del vehículo menor conducía con un valor que superaba con holgura el permitido de alcohol en sangre de 0,5 por gramo/l: el dosaje indicó que tenía 2,14 g/l de alcohol en sangre, más de cuatro veces lo habilitado. Dos vecinos fallecidos es desde ya una penosa tragedia, pero dado el descontrol del hombre al volante, el saldo del accidente pudo inclusive haber sido más gravoso.
Para colmo, esta persona no viajaba solo en el rodado, sino que lo acompañaban sus hijos, una adolescente de 17 años y un varoncito de 13, aspecto que agrava aún más el cuadro de situación.
El lugar del accidente, lamentablemente, carecía de cámaras de seguridad, lo que dificulta la reconstrucción exacta de los eventos.
Siniestros de este tipo lamentablemente son recurrentes en la geografía provincial porque es muy difícil en caminos distritales, alejados de los centros poblados, disponer de la policía vial de los departamentos y, menos que estén instaladas cámaras de seguridad, que, por otra si las hubiera, estarían expuestas al robo de cables como está ocurriendo últimamente.
En algunas zonas resulta muy difícil neutralizar la posibilidad de estos episodios. Lo único que cabe es confiar en la responsabilidad de los conductores, condición, lamentablemente, de bajo acatamiento.
Debería en estas circunstancias esperarse la mediación de otras personas que, al advertir el estado de ebriedad de un conductor, hagan lo imposible para que el afectado maneje una unidad. Pero, infortunadamente, esto no ocurre, o si pasa es de manera muy aislada.
En estudios realizados en el pasado sobre la relación alcohol-incidentes, se estimó que 5% de los muertos entre 15 y 29 años eran varones y que 21% de los jóvenes muertos tenían valores de alcoholemia por encima de 0,5 g/l, comparado con el 19% de alcoholizados del total de muertos en accidentes de tránsito de Mendoza en años anteriores.
Como hemos señalado en otros comentarios sobre sucesos provocados por el uso indebido de alcohol o drogas, este consumo se ha instalado en todos los sectores y cada vez a edades más tempranas. “El desarrollo de la droga dependencia constituye un complejo fenómeno. Entre ellas el alcohol es, para los jóvenes, la droga por excelencia: económica, de fácil acceso y social y culturalmente aceptada. El mensaje que a diario se recibe, refleja que consumiendo bebidas alcohólicas es un modo de conseguir los tan ansiados deseos de ser sexy, divertido y exitoso”. se expresaban hace tiempo las expertas Laura Caram, Patricia Buteler y Gladys Fernández de Magistocchi.
Para concluir, es importante señalar que el accidente de tránsito es una enfermedad social de carácter epidémico y, como toda enfermedad, es evitable, prevenible y curable. La terapia debe ser una política pública eficaz, sostenida y sustentable, asumida por la sociedad en su conjunto.
Hay que insistir en las organizaciones civiles, del tipo de uniones vecinales, centros culturales, bibliotecas populares y de otras entidades de reunión de residentes en la prédica de hablar con los adolescentes y jóvenes para convencerlos de que se alejan de estos vicios que malogran sus vidas, y lo que es peor, muchas veces las de seres inocentes, como los dos residentes de Montecaseros que murieron atropellados cuando estaban despidiendo a familiares que se iban de viaje.