Cuando las nevadas en alta montaña no son tan abundantes como necesitamos y en el llano se presenta una diversidad de problemas con el agua para bebida y el riego de las zonas cultivadas, Mendoza entra en problemas serios que deberían preocupar a todos los habitantes. Los Andes puso en evidencia esta realidad en una nota titulada “Crisis hídrica: en Mendoza se desperdicia 60% del agua”, publicada el último domingo de agosto.
El panorama se completa con una existencia de caudales poco alentadora en nuestros seis ríos principales, donde el pronóstico de caudales sigue siendo ‘pobre’ en 5 de ellos (principalmente el más importante, el Mendoza) y ‘seco’ en el Malargüe. Aunque llovió un poco en la segunda semana de setiembre, los registros de precipitaciones no modifican la situación de pobreza hídrica que soportamos.
Para el río Mendoza, el Departamento General de Irrigación concluyó que en la temporada de 2019/2020, entre el 1 de octubre de 2019 al 30 de setiembre de 2020, el derrame anual, o volumen anual, escurrido por este cauce, fue del 59% de un año normal. Además, la temporada 2019/2020 fue la segunda más seca de los 64 años de registro del río, sólo superada por la temporada 2010/2011. El pronóstico para la temporada 2020/2021 es de 1.000 hm³, lo que corresponde a 72% del derrame del año medio, con un tipo de año hidrológico “pobre”.
Todos estos datos, bastante alarmantes, deberían estar en la preocupación de los habitantes, por lo menos de la mayoría, porque nos advierten que pueden malograrse aún más las condiciones de vida si la dotación del preciado líquido tiene tantas limitaciones, derroches y fugas.
Por añadidura, la empresa Agua y Saneamiento Mendoza (Aysam) afirma que se desperdicia 62% del agua debido a dos factores conocidos: uno es el derroche por consumo que realizan los usuarios y el otro son las pérdidas que genera el sistema de red, y que muchas veces es alertado por vecinos de distintas partes del Gran Mendoza, con una suerte diversa en la reparación de esas fallas o anomalías.
Ahí hay una responsabilidad del Estado provincial en lograr que las redes de distribución de agua estén en las mejores condiciones y se eviten filtraciones que a veces llegan a miles de litros diarios. Otra parte de este rompecabezas por un mejor aprovechamiento del recurso está en cada uno de los hogares, donde los ciudadanos deben comprender que no pueden seguir gastando tanta agua.
La Organización Mundial de la Salud indica que una persona necesita 250 litros de agua para todas sus necesidades, pero estamos ocupando alrededor de 650 litros por persona por día.
Inclusive hay otras estimaciones técnicas que revelan que se estaría dando cerca de 750 litros por persona.
A todas luces es una barbaridad por el derroche que implica.
Los desafíos para revertir el despilfarro son varios y deben empezar lo antes posible, contándose entre otros recursos las instalaciones de medidores de consumo.
Otro aspecto donde debemos mejorar mucho es en el riego de los distintos cultivos que tiene la provincia, porque hay productores que utilizan sistemas de riego eficientes, pero hay muchos que riegan a manto, lo que causa mucho perjuicio, además del hecho de disponer sólo 10% de los canales impermeabilizados.