Los organismos internacionales que siguen de cerca la degradación constante del planeta que habitamos nos ponen en alerta sobre los efectos nocivos que ello implica para el ambiente y la biodiversidad. En resumen, y desde una mirada generalizada, un cuadro de decadencia que al final del camino impactará de una u otra forma en la calidad de vida de la población a escala mundial.
Son cuantiosos los factores que contribuyen al deterioro de la naturaleza en todas sus formas. Pero vale poner de relieve la necesidad cada vez más acuciante de proteger la biodiversidad.
Bosques autóctonos arrasados por los incendios y por los desmontes a mansalva; especies animales que caen en una batalla desigual contra el fuego o por la destrucción de su hábitat natural; aguas contaminadas en lagos y en ríos por la falta de sistemas de tratamiento de los líquidos cloacales, y un contexto urbano complejo por la polución de gases.
Apenas una breve reseña de lo que nos toca en suerte cada vez que despertamos a un nuevo día.
En vías de poner en foco un problema latente entre tantos, bien vale atender un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cual advierte que la mitad de las especies migratorias tienen población en declive.
En concreto, el reporte señala que muchos pájaros, tortugas marinas, ballenas, tiburones y otros animales que se trasladan a diferentes entornos con la mutación de las estaciones se ven amenazados por la pérdida de hábitat, por la caza indiscriminada y por la pesca ilegal, a lo que hay que sumar la contaminación ambiental y el cambio climático.
Lo preocupante radica en que cerca del 50% de las especies migratorias en todo el mundo están en un acelerado proceso de reducción de su población. Esto es, que más de la quinta parte de los casi 1.200 géneros estudiados se encuentran en riesgo de extinción. Un verdadero golpe a la biodiversidad.
“Estas son especies que se mueven por todo el planeta. Lo hacen para alimentarse y reproducirse, y necesitan lugares donde descansar por el camino”, explica Kelly Malsch, autora del reporte publicado en la reciente conferencia de vida silvestre de la ONU.
La ecuación es sencilla: la pérdida de hábitat por diversas amenazas en el curso de su viaje migratorio puede suponer un descenso en su población.
Resulta impostergable cumplir con los anuncios de distintos países respecto de proteger la tierra y el agua en beneficio de la salud humana y de la castigada biodiversidad. Sin embargo, es habitual que los enunciados de las cumbres internacionales queden en una suerte de meras promesas.
Somos testigos de las aves migrantes, pero no todo es como se ve: “La migración es esencial para algunas especies, pero si se corta, vas a matar la especie”, razona un experto.
Como en otras cuestiones que nos afectan la vida, proteger la biodiversidad es un deber colectivo.