Crecientes trabas contra las importaciones

Las trabas y los obstáculos que impone el Gobierno al ingreso de insumos importados desincentiva la producción en muchas empresas.

Crecientes trabas contra las importaciones
Imagen ilustrativa - Archivo

El Gobierno nacional sigue creando trabas burocráticas que dificultan las importaciones. Son medidas absurdas, cuyo único fundamento es que en el Banco Central no hay dólares suficientes para afrontar el ritmo normal del comercio exterior.

El nuevo engendro no impide el ingreso de ciertos productos, como por ejemplo objetos suntuarios, sino que restringe el funcionamiento a determinadas empresas, lo que resulta llamativo.

La Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) ha instrumentado una fórmula para medir la capacidad económica financiera de toda empresa que requiera importar algo. Y la aplica aun si se trata de insumos o de bienes terminados que la empresa necesita para cumplir con su actividad específica.

La fórmula en cuestión no es otra cosa que un algoritmo secreto establecido por Afip para evaluar qué posibilidades tiene cada importador de pagar su compra. Pero, atención, sin tener en cuenta cómo haya sido pactada esa compra sino el monto total de lo adquirido.

En otras palabras, si un importador logra financiar su compra y pagarla en cuotas, Afip no lo tiene en cuenta y opera como si la operación se cancelara en un solo pago.

Como no interesa la mercadería sino la contabilidad de la empresa, una grande, con capacidad económica, podría inundar el mercado local con baratijas. Por el contrario, una empresa pequeña no podría importar la tecnología que le permitiría mejorar su producción.

Si el algoritmo de Afip indica que, para el Estado, la empresa no posee una capacidad económica financiera acorde con la importación que pretendía hacer, queda impedida de realizar cualquier transacción de comercio exterior.

Si el algoritmo la aprueba, entonces podrá comenzar el segundo tramo burocrático: demostrar ante el Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones que no hay ninguna picardía en su declaración. Esto es, que no ha alterado precios ni cantidades.

Ahora bien, como las importaciones hace tiempo que dejaron de ser automáticas, la empresa que pasa la segunda traba debe contar con una licencia que la autorice a importar.

Para conseguirla, hay que saber justificar la importación ante una oficina gubernamental encargada de analizar esos argumentos.

Como es lógico, a lo largo de estos tres engorrosos e inauditos trámites quedan muchos importadores en el camino. Y tanto para quienes son descartados como para quienes superan los obstáculos, realizarlos demanda tiempo, esfuerzo y dinero.

Con todo, allí no termina el calvario. Falta la participación del Banco Central, que quiere controlar el acceso a los dólares de aquellos que sean habilitados para importar.

Para ello, el Banco Central ahora se encargará de definir a qué categoría pertenece cada empresa importadora, y a cada categoría le impone los montos máximos de dólares a los que podrá acceder.

No hay economía en el mundo que pueda funcionar bajo estos parámetros. Menos aún la nuestra. Por cada punto que crece el producto interno bruto argentino, las importaciones aumentan tres puntos.

Con la imperiosa necesidad que tenemos de expandir nuestra actividad económica, frenar las importaciones es un contrasentido.

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