La pobreza en la Argentina tiene múltiples variables, que son de utilidad para las mediciones que realizan los organismos de orden público y privado. Una de ellas se refiere a la dificultosa accesibilidad de grandes grupos de la población a los sistemas de salud.
Ese contexto de carencias y de falta de información de mucha gente en situación de vulnerabilidad ha motivado que en los últimos años reaparecieran enfermedades que habían sido declaradas controladas o, en algunos casos, erradicadas.
Pero superadas las dos primeras décadas del siglo XXI, la ciencia médica y los especialistas nos colocan de cara a una dolorosa realidad: hay un avance de casos de tuberculosis en todo el país.
Los expertos en esta problemática la definen como una “enfermedad social”, pues por lo general se manifiesta en las grandes urbes, donde son cada vez más notorios los asentamientos populares habitados por familias hundidas en la pobreza.
No son novedosas (y los gobernantes y la dirigencia política lo saben) la situación de hacinamiento habitacional y la pésima nutrición que golpean a esa gente, sobre todo a la minoridad.
Según los especialistas y sus informes, las muertes a causa de tuberculosis aumentaron durante los picos de contagios por el coronavirus. Y se advierte que los menores de 5 años integran los grupos de mayor riesgo.
Sin entrar a analizar el fondo de la patología, se sabe que son variadas las causas que contribuyen al contagio y el desarrollo de esta enfermedad infecciosa bacteriana que afecta principalmente a los pulmones. Pero es para destacar, asimismo, que existe una vacuna preventiva y eficaz (la BCG) que se les aplica a los recién nacidos.
Y es aquí donde queda expuesta cierta desatención de los mayores. Un informe da cuenta de que en 2020, en algunas provincias, el programa de vacunación en prevención de la tuberculosis no superó el 75 por ciento. Indicador lejano del 95 por ciento recomendado como herramienta efectiva para toda la población.
Es común, sin embargo, que muchas madres afincadas en sectores vulnerables omitan este paso esencial por razones de movilidad o por desinformación.
Los sanitaristas cumplen con la misión de advertir acerca de los peligros en ciernes, pero es el Estado el que debe acudir en auxilio de esa franja de la población que acrecienta el índice de pobreza en la Argentina, que ya roza el 50 por ciento.
Así como se ha logrado un progreso en cuanto a dilucidar el agente que provoca la tuberculosis, no es para desdeñar que muere gente por esta patología.
Mientras la política doméstica y sus repetidos protagonistas se enredan en ásperas disputas por espacios de poder en cargos ejecutivos y legislativos, las enfermedades que se creían superadas están al acecho de los menos pudientes.
Todo un llamado de atención, en un cuadro sanitario de por sí complejo por la persistencia del Covid-19