Al drama irresuelto de la guerra en Ucrania, como consecuencia de la invasión rusa, se suma la creciente tensión que genera China con sus ejercicios militares en zonas cercanas a Taiwán y la insistente retórica del presidente Xi Jinping, que acaba de señalar que su imperio está preparándose para una guerra.
Hay que destacar que el gobierno de China anunció un aumento de 7,2 por ciento en el presupuesto de defensa del país, que se ha duplicado esa previsión en la última década. Se incluye en esa asignación presupuestaria la agilización legislativa para la preparación militar, la construcción de nuevos refugios antiaéreos en zonas estratégicas con relación a Taiwán y la habilitación de nuevas dependencias para la defensa en todo el territorio chino.
Hay una interesante coincidencia de gran parte de la prensa internacional: si el líder chino asegura que su gran potencia bélica se está preparando para un conflicto bélico de envergadura, ¿por qué no creerle?
La China republicana e independiente radicada en la pequeña isla ubicada a 200 kilómetros ha sido un desafío político e ideológico histórico para el régimen comunista continental desde 1949. En ese año los líderes del gobierno nacionalista encabezado por Chiang Kai-shek tuvieron que huir por la victoria adversaria y se constituyeron en Taiwán, proclamando la República de China. No en vano en su primer discurso del tercer mandato presidencial, el actual líder comunista chino anunció recientemente, con llamativa claridad según los observadores, su propósito de unificación.
Hay distintas miradas a tener en cuenta para justificar el fortalecimiento de la estrategia de preparación bélica por parte del gobierno de Pekín, pero, sin duda, sobresale la mirada tolerante que siempre mantuvo el régimen de Pekín con la decisión del ruso Vladimir Putin de invadir Ucrania. Es el afán de recuperación de Rusia sobre territorio ucraniano el que termina identificando estrategias bélicas crecientes como las que se observan.
Se indica con insistencia que, así como Xi Jinping pudo haber mirado con simpatía la aventura de su colega Putin para volver a anexar un territorio propio durante la órbita soviética, también puede haber llegado a una conclusión con respecto a la cuestionada efectividad de la acción rusa y a la cantidad de tiempo utilizada para hacerse de un territorio que aún es motivo de cruel disputa, con el consecuente saldo de víctimas y daños de infraestructura. Una suerte de banco de pruebas para las apetencias chinas, lo que lleva a temer en una acción más expeditiva ante un posible ataque a la isla republicana.
En las últimas semanas el gobierno chino calificó de “inaceptables” las amenazas contra su país por su postura contemplativa con la acción rusa en Ucrania. Argumenta no haber creado esa crisis y no haber provisto de armas a Rusia, en una clarísima acusación a Occidente por su aporte de armamento a las fuerzas de Kiev.
Un clima de tensión en aumento que constituye un desafío muy fuerte en materia diplomática para los países occidentales, en especial para Estados Unidos, que observa sistemáticamente los posibles avances bélicos chinos detrás de su avance en materia de apertura comercial.
Y un toque de atención para las actuales autoridades diplomáticas argentinas, propensas a una identificación ideológica que excede los límites de una normal relación bilateral.