Es indudable que el mundo debe celebrar el acuerdo de alto el fuego logrado en la Franja de Gaza y la consecuente devolución de rehenes por parte de Hamas. Un paso importante para la paz en esa región a partir de una negociación que encabezó Estados Unidos con la colaboración de países árabes y que incluye la entrega israelí de combatientes palestinos presos hasta ahora.
La tregua, que es de esperar sea el primer paso para una paz duradera, adquiere características humanitarias importantes. En primer lugar, por la paulatina liberación de personas retenidas luego de tanto tiempo y, además, porque después del despiadado ataque de la guerrilla de Hamas a Israel, el 7 de octubre de 2023, la respuesta de las fuerzas militares del Estado judío en el territorio cooptado por la guerrilla fue muy contundente y generó preocupación internacional por la cantidad de víctimas civiles y daños materiales, tanto en viviendas como en la desbordada infraestructura de esa pequeña región.
De todos modos, el hecho de poner un freno a una guerra desenfrenada tampoco debe significar dar vuelta la página de una historia que tuvo un capítulo tan sangriento. Debe recordarse que aquel ataque montado desde la Franja de Gaza sorprendió por el uso de notable cantidad de armamento, la invasión de combatientes por aire y mar, más la participación de milicianos que, incluso, llegaron a infiltrarse en territorio israelí coordinadamente para sembrar el terror, asesinando sin límites y tomando como rehenes a un importante número de civiles que ahora comienzan a ser devueltos. Esto, sin contar la cantidad de personas fallecidas en aquella irracional embestida.
Por lo tanto, se justificó plenamente la rápida declaración del estado de guerra por parte de Israel en esa instancia, puesto que, entre otras estrategias, el país agredido buscaba retomar y asegurar el control en su propio territorio y evitar que la estrategia terrorista continuara sorprendiendo con sus desmedidos ataques.
Así como se debe celebrar la acción política que llevó a esta tregua, también se debe lamentar el tiempo transcurrido, en el que prácticamente no existió a nivel internacional una explícita preocupación sobre los alcances del conflicto, más allá de la legítima defensa ejercida por las fuerzas israelíes.
El actual alto el fuego de ningún modo puede ser un argumento para dejar de lado todo tipo de tolerancia de la comunidad internacional con organizaciones que, como Hamas, hacen de la violencia su único mecanismo para ejercer el poder o fundamentar reivindicaciones para los pueblos a los que argumentan defender. Es pertinente reiterar que la operación del 7 de octubre de 2023 demostró una vez más el ingenio de estos verdaderos ejércitos para dotarse de armamento pese a los controles existentes.
Nunca se pierde la esperanza de que la comunidad internacional organizada se interese por las víctimas que producen estas guerras, como también por sus daños materiales, que precarizan estructuras. En especial en países que bajo el oprobio de las organizaciones terroristas no logran resurgir de la pobreza.
¿Qué escenario habrá luego de esta tregua? ¿Una paz firmada? Mientras no se piense en la desarticulación de las organizaciones terroristas será imposible imaginar la reconstrucción de territorios devastados de modo que sus sufridos habitantes puedan reorganizarse como nación.
