La nación que alguna vez deslumbró al mundo por su pujanza y por su apertura al mundo sigue escalando en el ranking de los peores.
El último informe de Transparencia Internacional que establece los logros y falencias de 180 países en materia de corrupción nos muestra descendiendo nada menos que otros 18 puestos en el listado general, después de haber perdido otros cuatro puntos sobre el registro anterior, con un total de 38 sobre 100.
Esta nuevo puntuación nos ubica en el puesto 96°, hacia abajo de la mitad de la tabla y en compañía de Vietnam, Macedonia, Surinam, Tanzania, Guyana, Etiopía y Kosovo, entre otros.
Está visto que descender es mucho más fácil que ascender.
Queda para los historiadores analizar las causas siempre complejas de la decadencia de las naciones, la caída de los imperios, la extinción de las potencias.
No obstante es posible aportar desde la crónica diaria los datos que van jalonando el largo camino del declive de la Argentina en particular.
Para muestra baste citar que en estos días Claudia Bello, una exfuncionaria del gobierno de Carlos Saúl Menem que ha sabido transitar largamente los pasillos tribunalicios para beneficiarse luego de esa institución jurídicamente maravillosa que es la prescripción, ha sido llamada a engrosar las filas de la actual administración nacional.
Tal gesto podría ser considerado como un simple incidente si el marco general no fuera el que es: una gestión plena de personajes con abultados expedientes y causas abiertas que no se terminan de resolver por lo que bien podría suponerse que estamos en un país donde ya no se solicita un currículum sino un prontuario.
Lo que se entiende con sólo recordar que la meritocracia fue oportunamente abolida por la ideología dominante.
Sin embargo y como para corroborar que nos sobra sentido de desparpajo, el Ministerio de Desarrollo Social acaba de designar a un director de Transparencia por la vía de la excepción ya que el designado no reúne los requisitos de ley.
Y a tono con esto, el Ministerio de Transporte ha designado a su director de Transparencia por la misma vía de la excepción por no cumplir el candidato con los aludidos requisitos de ley.
Y por la misma vía excepcional acaban de cubrirse 39 puestos en Turismo, Cultura, Seguridad y Economía.
Lo que significa que puede haber carencia de honestidad pero no de coherencia.
No faltará quien salga al cruce de Transparencia Internacional alegando que sus rankings son estigmatizantes.
Podrían ser los mismos que abominan de las pruebas Pisa, de los números del Indec o de las cifras de la pobreza.
Lo mismo da cuando se trata de romper el termómetro para no tomar nota de la fiebre.
Con el agravante de que de a poco nos vamos haciendo a la idea de que somos efectivamente incorregibles, de que no tenemos remedio y ya no vale la pena seguir tomándonos a la tremenda. Pero en el medio hay millones de personas que deberían vivir con reglas claras.
Una sociedad donde las personas son más importantes que las instituciones que ocupan, tiende inevitablemente a la corrupción.