El triunfo en segunda vuelta de Luiz Inácio Lula da Silva abre una gran expectativa sobre el rearmado político en nuestra región, en especial por su tradicional estilo, bastante moderado, y por los acuerdos que lo condujeron a ganar la elección, tendientes a la conciliación de ideas. Desde el inicio de su derrotero proselitista se mostró cercano a su ex rival Geraldo Alckmin, con quien terminó sellando la fórmula para las elecciones.
Nadie duda en Brasil que el futuro presidente no tendrá a su disposición la bonanza económica de los años de sus presidencias anteriores, en los años 2000. Hubo una importante recuperación posterior a la pandemia, pero el FMI prevé para la economía de Brasil casi un 3% de crecimiento para este año y sólo 1% para 2023.
Tampoco el tablero político aventura una partida fácil para el presidente electo. La conformación del Congreso surgida de la primera vuelta marca una paridad de fuerzas que obligará a la negociación para gobernar. Y el mapa de estados que conducirán los seguidores de Bolsonaro no debería ser subestimado por Lula.
En cuanto a las relaciones exteriores, se debe destacar el rápido saludo por parte de Joe Biden una vez finalizado el recuento de votos del domingo. Es que el actual gobierno demócrata estadounidense tiende a mantener una mejor relación con el futuro presidente de Brasil que con el que va finalizando su período. Biden y su gobierno han hecho de la defensa de la democracia en el mundo un estandarte a mantener en alto ante cada arrebato totalitario y hegemónico, como ocurre en estos tiempos con los trágicos sucesos de Ucrania a raíz del expansionismo de Vladimir Putin.
Lula da Silva siempre representó a una izquierda moderada, con apego a las formas democráticas y respeto a los preceptos institucionales. Así lo demostró durante su coincidencia en la conducción de Brasil con líderes regionales con los que podía abonar en lo ideológico, pero nunca en lo metodológico, en especial con el venezolano Chávez, el ecuatoriano Correa y el boliviano Morales.
Por ello el mundo occidental anhela de este Lula un referente que ayude a unir los marcados desencuentros que caracterizan en lo político a las Américas, para lo cual, seguramente, deberá estrechar lazos a derecha e izquierda si realmente busca cumplir ese propósito.
Para la Argentina es vital que Brasil mantenga o aumente su potencial económico y comercial. Y en ese contexto, también es muy importante para nuestro país que la relación con EEUU muestre superación. El país del Norte es uno de sus importantes socios comerciales; por añadidura, una siempre mejor vinculación con Brasil por parte de la Argentina servirá para traccionar hacia EEUU y los más importantes mercados occidentales.
Y ese contexto, es muy probable que Lula da Silva se interese nuevamente por la vigencia del Mercosur como bloque regional en el cual referenciarse nuestro país y demás miembros, algo que en los últimos tiempos se fue perdiendo por los desencuentros ideológicos de las partes.
Finalmente, la dirigencia argentina en general deberá seguir con atención los pasos de la nueva administración brasileña. Se sabe que existe afinidad entre Lula da Silva y el kirchnerismo gobernante, pero otro escenario sobrevendrá si, como muchos suponen, las elecciones en la Argentina marcan un nuevo cambio político el próximo año.