La asunción presidencial de Joe Biden, en Estados Unidos, deja mensajes muy importantes que deben ser rescatados.
En primer lugar, hacia adentro de su país, el flamante presidente hizo un fuerte llamado a la reconciliación y la unidad nacional.
Un reclamo no habitual para una ceremonia de recambio institucional estadounidense.
Es que Biden recibe un país muy dividido en lo ideológico y hasta en lo racial por las políticas que durante cuatro años llevó a cabo Donald Trump, en lo que constituyó, por acción premeditada o por impericia, el mayor agravio a la vida institucional del país del Norte durante gran parte de su historia como república.
Con acierto, el nuevo presidente enfatizó en que el miércoles 20 de enero de 2021 se recordará como una suerte de bisagra para la vida democrática de los estadounidenses.
“Este es el día de la democracia. Estados Unidos fue puesto a prueba y estuvo a la altura del desafío”, fueron sus palabras más enfáticas con respecto a la crisis que generó la resistencia de Trump, no de los republicanos en general, a aceptar el resultado electoral y generar el clima de tensión de una transición democrática que no existió y que tuvo su máxima tensión con el lamentable asalto al Capitolio.
Por ello, distintos dirigentes del Partido Republicano elogiaron sus palabras de asunción y las consideraron necesarias para la crisis norteamericana.
Como bien han destacado distintos analistas políticos, en medio de semejante crisis que Biden haya llegado a asumir fue el gran triunfo de la causa democrática de Estados Unidos.
Ahora el nuevo presidente debe lograr la elemental pacificación entre sus compatriotas y recomponer los principios ciudadanos de igualdad de oportunidades, libertad, respeto por el otro y dignidad, como destacó en su discurso.
Por otra parte, le urge recomponer las relaciones de su país con un mundo que durante varios años comenzó a mirarlo con desconfianza, en especial entre sus tradicionales aliados políticos y comerciales.
Y hacia el mundo también dejó un fuerte mensaje el flamante presidente de EEUU. “Aprendimos que la democracia es frágil y hoy prevaleció”, dijo con énfasis Biden dejando, más que nada, una invitación a reflexionar.
La idea de fragilidad no debería ser interpretada simplemente desde el significado de la palabra. La fragilidad a la que aludió el nuevo presidente es la de la calidad democrática en sí, que necesita de un marco de convivencia, diálogo y búsqueda de consensos para poder sobrellevar la siempre exigente misión de conducir el Estado, sea éste republicano o monárquico. De ese modo los dirigentes deben canalizar las inquietudes o descontentos de quienes son sus representados.
Una democracia usada para imponer autoritarismos, mayorías políticas y sometimientos a la ciudadanía no es tal.
La democracia no se puede sustentar en un pensamiento único o en la persecución de quienes piensan diferente.
Ejemplos sobran, lamentablemente, no sólo entre quienes ya ejecutan esa modalidad sino en los sectores o corrientes que pretenden imitarla o se ven tentados a ello.
Valga la reflexión para la ciudadanía argentina, en particular el crucial concepto de que siempre las instituciones deben prevalecer sobre los hombres que las ocupan, a fin de mantener siempre unidas en un solo haz a la República y a la Democracia.