En más de una oportunidad nos hemos referido en este mismo espacio a la errática política exterior argentina observada desde que asumió Alberto Fernández la Presidencia de la Nación. Esa situación es fácil de apreciar por la postura que asumen los representantes diplomáticos argentinos en diferentes ámbitos y según las circunstancias.
Uno de los ejemplos recientes de esa situación es la actitud del embajador en China, Sabino Vaca Narvaja, con relación a la visita, indudablemente muy polémica, que efectuó a Taiwán la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi. Este hecho fue muy arriesgado en el actual contexto, por el renovado afán reivindicatorio del régimen de Pekín sobre la pequeña nación insular independiente.
Dijo el embajador argentino en Pekín: “Nosotros estamos seguros de que esta visita ha sido una provocación para China y un problema para toda la comunidad internacional”.
Hay que destacar que Vaca Narvaja tiene cómoda llegada al líder Xi Jinping y a su entorno político. Eso alentó su designación en la representación diplomática en aquel país. Además, esa llegada del embajador favoreció en su momento la renovación de un swap chino por 8.500 millones de dólares y la obtención de vacunas Sinopharm en tiempos de la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, no resulta apropiado el mecanismo elegido por el jefe de la embajada en Pekín para hacer saber al mundo una postura crítica hacia Estados Unidos.
No lo es porque tanto el presidente, Alberto Fernández, como el canciller, Santiago Cafiero, en el momento del pronunciamiento sobre la visita de Pelosi se encontraban en Colombia asistiendo a la asunción del nuevo presidente de ese país.
Por lo tanto, queda claro que en ese marco no hubo ninguna directiva gubernamental para que el representante argentino en China se expresara a favor de los intereses de esa nación en Taiwán, independientemente de que nuestro país, como gran parte de la comunidad internacional, adhiere desde hace años a la existencia de una sola nación china.
Todo esto demuestra una indudable situación anárquica en el ámbito de la Cancillería que explica la postura crítica sobre el derrotero elegido por el actual gobierno para encarar las relaciones internacionales.
Independientemente de su acercamiento al régimen chino y del conocimiento que el embajador Vaca Narvaja pueda tener del desempeño del gobierno ante el cual representa a la Argentina, no parece correcto que un presidente y su ministro de Relaciones Exteriores deban salir a fijar posición sobre los dichos de quien se encuentra bajo sus directivas. El procedimiento debería ser a la inversa.
El caso que nos ocupa es de enorme magnitud. Un conflicto entre China y Taiwán puede sumar dramatismo al mundo en línea con el ya lamentable suceso generado por la invasión de Rusia a Ucrania. Y en ese caso la Argentina debería fijar una postura.
Por otro lado, no aparece recomendable, más allá de la arriesgada acción que ejerció la estadounidense Pelosi, tensar las relaciones con Estados Unidos, país que mucho aportó para el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y que ahora sigue atentamente los pasos de la nueva conducción económica argentina.
