Las calles de Mendoza siguen padeciendo de la problemática de conductores ebrios al volante, en ocasiones sorprendidos por los controles policiales y de esa forma sin causar accidentes de gravedad, y en otras, siendo los responsables de graves incidentes viales.
El fin de semana pasado se notificó entre cinco y siete personas que conducían en estado de ebriedad en el Gran Mendoza, mientras que otros tres conductores alcoholizados fueron protagonistas de accidentes en San Carlos.
Esos fueron los casos descubiertos y reportados, pero nunca se sabrá la cantidad de inadaptados que sortearon cámaras de seguridad y el accionar de inspectores de tránsito puesto a controlar.
El lector sensato que procede con sentido común al momento de conducir en la vía pública se preguntará qué habrá que hacer para concientizar sobre las consecuencias de manejar un vehículo bajo los efectos del alcohol.
Los siniestros viales causados por personas alcoholizadas siguen ocurriendo sin solución de continuidad, pese a las campañas preventivas y las medidas de disuasión que alertan sobre los efectos de esas conductas y no logran evitar siniestros viales y desenlaces fatales, y si no hay decesos en esos hechos, seguro que hay que lamentar heridos de gravedad, con posibles secuelas permanentes.
Los operativos para llamar la atención sobre el conducir tras haber bebido son convincentes, despiertan el interés en el momento, alertan, pero pasado un tiempo se diluyen frente a la cruda realidad de las estadísticas y lo que ocurre en el día a día.
Una de las soluciones propuestas es elegir un conductor designado. Muchos grupos de amigos que salen a divertirse o en viaje de placer, emplean esta variante de solución, pero en simultáneo no pocos ciudadanos y ciudadanas le dan la espalda olímpicamente a esa sencilla estrategia.
Otra máxima pregona que “al salir solo en vehículo, no consumir bebidas alcohólicas”; también esta consigna tiene adherentes, pero no en la medida en que debería darse.
“Utilizar el servicio de taxi o de remises para salir cuando el plan prevé alcohol”, es otra de las advertencias que se formulan, aunque no ha logrado neutralizar el flagelo.
Para sumar preocupación, el Observatorio Vial de la Agencia Nacional de Seguridad Viales (ANSV) ha hecho estudios socioculturales que revelan que, sin bien 93% de los conductores declaró saber que beber y manejar aumenta el riesgo de protagonizar un incidente vial, 20% admitió haber conducido un automotor bajo los efectos del alcohol. En el caso de jóvenes entre 16 y 35 años, la proporción ascendía a tres de cada diez.
Insistimos en que esta realidad grave que registran nuestras rutas y calles, debe ser abordada desde la amistad y los lazos familiares.
Muchas veces, reconocemos de antemano, que amigos y allegados no tienen la suficiente sensibilidad y el carácter de interponerse y evitar que alguien alcoholizado, o que ya ha bebido más de la cuenta, suba a un automóvil a conducir en ese estado.
La comunidad no quiere más muertos ni heridos de consideración por conductores que causen siniestros de tránsito, a todas luces evitables, por el alcohol ingerido y la alta velocidad; cada uno de nosotros con la prédica en el hogar y en las escuelas, la enseñanza en la prevención vial transmitida a los alumnos del ciclo primario escolar, deberían comenzar a aportar soluciones y hace descender los incidentes causados por el alcohol, que es una situación a todas luces intolerable.