La tragedia de Potrerillos de hace algunos días, al ser arrastrado un automóvil por una crecida del río Blanco y en la cual murieron dos niños y su padre, es la dramática y triste repetición de episodios donde el agua desbordada se cobra vidas y provoca ingentes daños a particulares y el Estado.
Lo segundo es remediable y pasa, pero lo primero, las existencias que se malogran, no tienen vuelta atrás.
Con lo ocurrido sobre la traza de la ruta 89, que en esa zona es conocida como avenida Los Cóndores, es una dolorosa experiencia que los pobladores hubieran querido dejar atrás hace mucho tiempo.
Tanto en ese lugar donde las aguas salidas de madre se llevaron el automóvil de una familia, como lo ocurrido jornadas antes en el paraje denominado Las Chacritas, es el resumen de que no hay debida protección aluvional en el área.
Lo peor es que no la habrá de forma definitiva en mucho tiempo más, porque lo que se necesita en la zona son ejecuciones mayores, como por ejemplo un puente que permita sortear un badén que no otorga ninguna seguridad y es ampliamente superado por las fuertes escorrentías provocadas por lluvias extraordinarias en puntos más altos de la cuenca.
El fenómeno aluvional en estos lugares, como también ocurre en la ruta nacional 40, al sur de Luján de Cuyo, es de mucha destrucción porque el agua sin control arrastra barro, sedimentos y piedras.
Los vecinos han protestado con determinación cortando la ruta 89, donde se produjo el gravísimo problema.
La incertidumbre es el elemento más a la mano que tienen porque, aunque reparticiones provinciales han destacado máquinas y personal en la región afectada, se sabe que las soluciones definitivas no llegarán por ahora porque deben venir acompañadas de un proyecto ejecutivo y una previsión presupuestaria para ejecutarlas.
Para los damnificados de la zona, lo urgente es tomar medidas preventivas mientras llegan las soluciones de fondo: la amenaza de nuevas precipitaciones los tiene muy preocupados.
Está solicitada, por lo menos de manera preventiva, la ejecución de pequeñas obras de contención del escurrimiento violento que permitan disminuir la velocidad de las aguas y la erosión de los lechos.
Lo más práctico, sostienen vecinos acostumbrados a lidiar con estos temporales y sus consecuencias, es volver a colocar gaviones en los cauces y muretes de rocas para disminuir la fuerza de los caudales desbordados.
También es urgente la colocación, en varios puntos de la avenida Los Cóndores, de señalización vertical.
Los vecinos de Las Vegas, El Salto y las otras villas altas de Potrerillos, saben que grandes obras como el entubamiento o el tan necesario puente en altura, demandarán años.
Por esto mismo, y sin dejar de insistir en los planes que otorguen soluciones definitivas, piden a las autoridades provinciales y municipales que -al menos- mejoren la cartelería en el lugar para que alerte sobre los riesgos de crecida de cauces en días de lluvia.
En síntesis, este verano pasará, pero ya dejó su cuota luctuosa por la falta de condiciones de seguridad, ya que son zonas de residencia de familias y sitios promocionados como turísticos, a los que se invita a concurrir a los visitantes que llegan a pasear a la provincia.
