Camino a cumplirse dos años de guerra desde la invasión rusa, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, advirtió a Occidente en una entrevista: “Putin se los comerá para cenar junto con su Unión Europea, OTAM, libertad y democracia”.
En diálogo con una conocida revista europea, y no conforme del todo con el actual respaldo de EEUU y aliados, el líder ucraniano precisó que el fin del conflicto con Rusia está lejos de terminar, pero destacó, a la vez, que apoyando a Ucrania Europa también se protege a sí misma de la peligrosidad que representa el mandamás ruso.
La preocupación del líder ucraniano parece ser válida. Su gobierno observa con inquietud cómo las ayudas de Estados Unidos a Ucrania en el contexto del conflicto bélico han disminuido en los últimos tiempos, en gran medida por bloqueos y observaciones que se efectúan desde el Congreso del país del Norte.
Debe agregarse al respecto que se aproxima una campaña presidencial intensa y la Casa Blanca debe admitir que el de Ucrania ha pasado a ser un tema de campaña, con todas las implicancias que para Estados Unidos han tenido, y tienen, sus relacionamientos con conflictos en distintas partes del mundo. También Zelensky hace referencia a una merma en el apoyo recibido desde los países de Europa Occidental.
Si bien las acciones de resistencia y contraofensiva por parte de las fuerzas de Ucrania han sido bastante efectivas en todo este tiempo, queda claro que sin el firme y seguro apoyo de sus aliados las autoridades de Kiev no tienen asegurada una acción que les permita, al cabo de un tiempo, rechazar la incómoda invasión de las fuerzas de Moscú.
Es que desde el comienzo del conflicto ciudades prósperas y con potencial económico en Ucrania fueron afectadas por los intensos bombardeos de las fuerzas militares de Rusia. Más de una vez no hubo respeto ni por mujeres y niños, como cuando se produjo, a poco de iniciadas las acciones, el lamentable bombardeo a un hospital infantil, con muertos y heridos entre los menores allí alojados y entre embarazadas.
La desenfrenada acción de las fuerzas militares de Rusia nunca separó entre objetivos estratégicos militares de Ucrania e indefensos blancos civiles. Mayormente fue avanzando sobre la infraestructura de las distintas localidades en las que Putin y su estado mayor fijaron sus propósitos, privando lentamente a la población de agua, electricidad y otros servicios básicos.
Por lo tanto, la actual inquietud del presidente de Ucrania no plantea una novedad, sino una preocupación lógica por la falta de definiciones estratégicas con el transcurso de los meses. El tema obliga a reflexionar otra vez sobre un aspecto que hemos abordado ya en columnas anteriores y que también son objeto de análisis por parte de la prensa internacional: si hubo, realmente, de parte de la comunidad internacional predisposición para forzar negociaciones de paz con Rusia. O si todo se limitó a la ayuda de carácter bélico de los aliados, a modo de defensa, y a sanciones de índole económica. Lamentablemente, todo incentivó aún más a Rusia para intensificar su avance.