En el contexto de los diversos frentes de contiendas armadas que hay en el mundo, como la guerra ruso-ucraniana y el conflicto en Oriente Medio, crueles estandartes de la violencia y la inconsciencia, recordar el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile, resulta una invocación a la esperanza y la sensatez.
Recientemente, más concretamente el 25 de noviembre pasado, se conmemoró un aniversario más del acuerdo entre nuestro país y el vecino trasandino, negociación concertada que evitó una posible guerra entre las dos naciones.
Un poco de historia nos traslada al conflicto limítrofe entre la Argentina y Chile por la posesión de las islas al sur del canal de Beagle, entre los océanos Atlántico y Pacífico.
Durante el gobierno de facto de 1976 a 1983 la situación empeoró y casi se inicia un enfrentamiento bélico entre las dos naciones hermanas, en circunstancias en que ambas eran gobernadas por administraciones militares.
Recuperada la democracia en nuestro país, se realizó en 1984 un plebiscito nacional no vinculante con el fin de obtener el parecer de la ciudadanía respecto a aceptar o rechazar el Tratado de Paz y Amistad, luego de la mediación de la Santa Sede.
El momento de máxima tensión se produjo cuando en 1977 casi inicia el enfrentamiento armado por las islas del Beagle.
El acuerdo de 1984 fue firmado por el entonces canciller argentino Dante Caputto (gobernaba Raúl Alfonsín) y el ministro de Relaciones Exteriores del país trasandino, Jaime del Valle Alliende.
En la ceremonia del aniversario, el papa Francisco destacó la mediación vaticana para la firma del acuerdo, y meditó sobre el valor de los acuerdos para sobrellevar o terminar con conflictos que causan la muerte de miles de personas, en la mayoría de los casos, inocentes víctimas no participantes de los enfrentamientos. “Ojalá prevalezca la fuerza del derecho a través del diálogo”, pidió desde su sitial.
El Papa Francisco presidió la audiencia especial para conmemorar los cuarenta años del Tratado de Paz y Amistad, en la que destacó el papel que le cupo desempeñar a san Juan Pablo II en aquella ocasión, quien dos años antes había concurrido a la Argentina por el conflicto de las Malvinas, en un intento frustrado por detener la guerra.
La ceremonia tuvo lugar en la Sala Regia del Palacio Apostólico, adonde acudieron representantes de las delegaciones diplomáticas de ambas naciones, a excepción del canciller argentino Gerardo Werthein. En su lugar, lo hizo el embajador argentino ante la Santa Sede, Luis Beltramino. En representación de Chile, sí estuvo el canciller Alberto van Klaverenen.
La decisión del gobierno argentino de no enviar al canciller Werthein al acto, no explicada convincentemente por la Cancillería, fue criticada por sectores políticos y diplomáticos de nuestro país, en general críticos al actual Poder Ejecutivo, salvo Susana Malcorra, exministra de Mauricio Macri, hoy aliado del actual mandatario.
Los excancilleres argentinos expresaron su “más profunda condena a la decisión del gobierno del presidente Javier Milei de no participar de los actos conmemorativos por el 40° aniversario de la firma del Tratado de Paz y Amistad con la República de Chile”, comienza el escrito firmado por los excancilleres Rafael Bielsa, Jorge Taiana, Susana Malcorra, Felipe Solá y Santiago Cafiero. Señalaron a renglón seguido que “resulta incomprensible la decisión del actual gobierno argentino de hacer un gesto de semejante desprecio gratuito a uno de los eventos más trascendentes de nuestra diplomacia en el último medio siglo”.
