Si bien se considera un barrio a un conjunto de casas, los departamentos están más estrechamente vinculados que las viviendas a nivel del suelo. El edificio Emperador XIX, ubicado en calle Buenos Aires 136, fue pensado como una torre de oficinas.
De hecho, sus 60 unidades, con la excepción de una que tiene dos habitaciones, son monoambientes. Sin embargo, con el tiempo y la creciente demanda habitacional, se convirtió en un espacio donde hay muchas más personas que viven allí que profesionales que tienen su despacho. A principios de 2015 cumplirá 30 años desde que fue construido.
La mayoría de los habitantes son inquilinos y se van renovando con una cierta frecuencia. Pese a eso, coinciden en que la convivencia es buena y que una de las oportunidades para conocerse algo más que las caras es el festejo de fin de año que el administrador, Vicente Carriero, organiza cada diciembre (ver aparte). Como contraparte, los profesionales son los que llevan más tiempo en el lugar.
Hace un año que Daniela Jofré (26) alquila con su pareja un departamento en el edificio. La docente, oriunda de San Juan, comentó que antes vivían en las torres de San Juan y Siria con amigas, pero buscaron un lugar propio. La joven contó que se han sentido muy cómodos y que los vecinos cuidan la limpieza y los horarios de sacar los residuos. Pero existe un motivo más por el que ese sitio es importante para ella: allí nació su hija Luisina, de 8 meses.
José Tobares (34) y Viviana Ojeda (29) también llegaron desde otra provincia -en el caso de ellos, del Chaco- y luego de alojarse en una pensión en calle Rioja, se mudaron al Emperador XIX. El joven señaló que la ubicación es ideal, ya que apenas bajan tienen una farmacia, en la esquina un café y diversos comercios en el entorno. El mismo edificio tiene cinco locales comerciales en planta baja, uno de ellos ocupado por la farmacia y los restantes por una santería, una marroquinería, una peluquería y una tienda de celulares.
José comentó que desde su adolescencia ha vivido en edificios en su Resistencia natal y que la convivencia resultaba difícil por los gritos de los niños, los ruidos durante todo el día y los ascensores que la gente dejaba abiertos. En comparación con esa experiencia, resaltó la tranquilidad de este lugar y que los vecinos saludan cuando se cruzan en los pasillos.
El sueño de la vida de Eva Valle ha sido vivir en un sitio con vista al mar. Sin embargo, se mudó desde Buenos Aires a Mendoza para estar cerca de su hija y su nieta. Pese a eso, considera que tiene una especie de revancha con la vista hacia la inmensidad que le ofrece el departamento en el octavo piso, ubicado hacia el oeste, sin otras edificaciones en altura que bloqueen el paisaje.
Sergio Alderisi (23) es de San Martín y está estudiando Ingeniería en Electrónica en la UTN. Antes de llegar ocho meses atrás al edificio, estuvo en otro sobre la misma calle Buenos Aires, uno en calle Gutiérrez y uno más en Pedro Molina. El joven señaló que le gustó el ambiente de ese lugar y que consideró fundamental que los ascensores funcionaran correctamente, como también que la relación entre los vecinos fuera buena ya que se trata de algo parecido a una gran familia.
En cuanto a la zona, si bien destacó que está todo cerca, señaló que hay mucha contaminación del aire y visual, y que la concentración de edificaciones en altura incrementa la temperatura.
El sanrafaelino Eduardo (24) comparte un departamento en el tercer piso con su hermano Diego desde abril. A él le resulta conveniente el lugar porque le queda cerca de su trabajo y a su hermano menor porque es estudiante y tiene líneas de colectivo en el entorno. Por este motivo estaban buscando un sitio en el microcentro y fue el último que miraron, de varios que habían visitado, y lo alquilaron al día siguiente por la apariencia general del edificio, pese a que está por cumplir las tres décadas.
Jorge Amézqueta tiene su estudio contable en el tercer piso desde hace unos 25 años. El hombre señaló que antes de mudarse a ese espacio alquilaba un departamento a media cuadra y prefirió permanecer en la zona para comodidad de sus clientes. Es uno de los que, asegura, no se ha perdido ninguna celebración de fin de año y bromea con que el administrador les empieza a "recordar" la fecha dos meses antes.
El médico Raúl Brandi está en el edificio desde que se estrenaron los departamentos. El hombre recuerda que cuando abrió allí su consultorio, la zona era más tranquila y había menos tránsito. Contó que la empresa Emperador proyectó una torre de oficinas y por eso las unidades son pequeñas.
Y si bien por un tiempo predominaron los despachos profesionales y los sitios de alquiler por temporada, después se empezaron a mudar jóvenes estudiantes e incluso parejas con niños, que se ajustan al limitado espacio.
Lorena Maldonado (51) alquiló en el edificio durante dos años y tuvo que irse a la hora de renovar el contrato, pero siempre tuvo planes de volver.
En primer lugar, detalla, le complacen el orden y la limpieza del complejo, pero también considera que la ubicación es ideal, ya que se dedica a embellecer uñas y sus clientas pueden llegar fácilmente desde cualquier lugar del Gran Mendoza. Contenta, comentó que logró regresar hace unos días.
Festejo compartido
Desde hace unos días, en el hall de ingreso del edificio hay un pino navideño y en las paredes revestidas en madera del pasillo hubo carteles para anunciar el ya tradicional festejo de fin de año, que se realizó el viernes pasado. Cada diciembre, desde hace 20 años, se arma en la planta baja una extensa mesa con tablones y manteles, y los habitantes y propietarios de los departamentos se reúnen para compartir un brindis.
La celebración fue ideada por Vicente Carriero, el administrador, y él es quien se encarga de preparar los sandwich de miga, comprar cositas dulces y las bebidas, como también de difundir el festejo y hasta llamar por teléfono a los propietarios que alquilan sus departamentos. El brindis es sobre todo un momento de encuentro, para que se conozcan y charlen, tanto en planta baja como en la vereda, quienes en forma cotidiana tal vez intercambian poco más que un saludo.
Personaje
Su oficina es un espacio muy reducido en planta baja, oculto de la mirada de quienes ingresan al edificio. Pero él no la ocupa por demasiado tiempo porque suele estar hablando con los vecinos o abocado a alguna tarea, de esas que no deja de hacer ni siquiera los domingos y feriados. Vicente Carriero es el administrador del Emperador XIX desde hace 20 años y además de cobrar las expensas y controlar que todo esté en buenas condiciones, fomenta un clima particular entre los habitantes.
Hoy jubilado después de 43 años de trabajar en la administración pública, Vicente se hizo cargo de la tarea en el edificio cuando el consorcio le pidió la renuncia al administrador anterior. Y fue porque el hombre no acudió cuando dejaron de funcionar las bombas de agua una noche a las 22, ya que no era su horario de trabajo. A él, en cambio, se lo puede ver pintando un cantero de la vereda un domingo a la mañana o entregando flores a las vecinas para el Día de la Primavera.
En cierta forma, se podría decir que es el anfitrión del edificio de calle Buenos Aires 136. El lema de la labor, que define como "tratar de complacer y solucionar cada uno de los inconvenientes" de los consorcistas, es "Prevenir antes que curar". Y cuando se le pregunta cómo hace para mantener todo en orden, responde, con su amplia sonrisa, que es "taurino y tano" (su familia llegó de Italia cuando "Vincenzo" tenía 6 años).