¿Por qué el río Mendoza ha sido clave para los mendocinos?

Científicos de la UNCUYO y del CONICET confirman que esta cuenca abandonó tardíamente el piedemonte, y que la existencia de lagos habría facilitado la instalación humana. ¿De qué sirve estudiar el comportamiento de los ríos hace 100 mil años?.

¿Por qué el río Mendoza ha sido clave para los mendocinos?

“El destino te hizo río, como río fluyes y luego secas”, dice en presente Luis Alberto Spinetta, el poeta filosófico del rock argentino. Y es útil para hacer este planteo científico: ¿Fue el clima o la tectónica lo que controló en mayor o menor medida el comportamiento del río Mendoza?.

Este interrogante guía a un equipo interdisciplinario de científicos que estudia la evolución geomorfológica y la reconstrucción paleoambiental del antiguo río Mendoza desde el Pleistoceno tardío, hace 100 mil años, hasta la actualidad.

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Tal investigación abarca un estudio que va desde la época en que ocurrieron las últimas glaciaciones en la Tierra, particularmente en los Andes, hasta nuestros días. “Hasta el momento hemos podido determinar que el río Mendoza abandonó tardíamente el piedemonte de Mendoza, que cambió de curso hacia el este-noreste, determinando edades mucho más jóvenes de las que se pensaba. Este cambio se asignaba al Pleistoceno medio (781 a 126 mil años), puesto que hace 126 mil años atrás el río Mendoza cursaba por el Arroyo Tulumaya”, explicó la directora del trabajo, Stella Maris Moreiras, investigadora del CONICET y profesora de la UNCUYO.

A este dato, se suma la evidencia de lagos en la zona que habrían posibilitado la ocupación humana: “Asimismo –agregó la científica–, hemos determinado varios lagos antiguos, hoy actualmente secos, que pudieron favorecer la instalación de grupos humanos en el piedemonte entre 17.000 y 24.000 años atrás”.

Al analizar la historia ambiental del noroeste de la Provincia, los científicos intentan comprender el rol del clima y de la tectónica en los procesos geomorfológicos asociados al río Mendoza desde la primera época del período Cuaternario, ya que antiguamente los ríos Mendoza y Tunuyán conformaban uno solo denominado Zonda.

En este sentido, el principal aporte pasa por entender la dinámica del río en el pasado para arribar a modelos o patrones factibles de repetirse en el futuro. “Podemos extrapolar los cambios que podrían existir en los ríos actuales por modo de deformaciones o actividad tectónica asociada a los sismos, o bien al cambio climático actual”, aseguró Moreiras, licenciada y doctora en Ciencias Geológicas.

La investigación, a su vez, permitirá determinar el paleo-clima de la región en un ambiente aluvial distal a partir de registros palinológicos (exploraciones del polen de plantas que existieron en el pasado en este entorno), lo cual es sumamente novedoso. “No existen registros climáticos en las zonas bajas de la cordillera a la latitud de Mendoza; casi todos los datos provienen de registros ubicados en las cuencas altas en los sectores de altura de Los Andes más influenciados por las corrientes húmedas de los vientos del oeste provenientes del océano Pacífico. En su lugar, el sector de llano de Mendoza se asocia al comportamiento del anticiclón del Atlántico con masas de humedad que provienen de noroeste”, indicó la investigadora e integrante del Grupo de Geomorfología y Cuaternario del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CCT Mendoza).

Este tipo de estudio cronoestratigráfico también arrojará luz sobre la disposición y distribución de los depósitos del curso del río. “Esto es esencial para numerosos estudios, por ejemplo, sobre modelos hidrológicos que permitan conocer acuíferos en el caso del recurso de agua subterránea; sobre la calidad de los suelos para establecer sectores vulnerables a sufrir licuación en caso de sismos, así como para facilitar la prospección arqueológica”, adelantó Moreiras.

El origen de los paleolagos

El equipo del Conicet está realizando tareas en el piedemonte con cinco proyectos de investigación, haciendo especial hincapié en la función que tuvo allí el Río Mendoza. “Se empezó trabajando con las fallas activas del piedemonte tratando de ver cuáles de ellas podían generar mayor actividad sísmica para aplicar en el ordenamiento territorial. Y terminamos descubriendo unos paleolagos. Desde la neotectónica sólo datamos la base, o sea, cuándo empezaron a generarse estos paleolagos y encontramos edades de 17 mil, 24 mil y 35 mil años”, explicó Moreiras.

Esos lagos desaparecieron y el equipo de investigadores de la UNCUYO determinó que la causa se debió a que las fallas generadas cuando se produce un sismo liberan cierta energía que deforman los terrenos. Ese terreno se levanta en ciertas zonas pero donde no se levanta forman depicentros, una especie de hoyo o cuenca que, luego, al llenarse de agua, genera un lago.

Estos lagos tenían procedencia de la cordillera, al parecer de los arroyos de la precordillera. Haber podido determinar sus edades llevó a los investigadores a concluir que el Río Mendoza estuvo en el sector que hoy conocemos como Chacras de Coria y que abandonó esa zona mucho tiempo después de lo que se creía. “Hay trabajos de otros autores, como Polanski en la década del 70, que decían que el Río Mendoza había estado por ahí hace 120 mil años. Pero las edades que estamos encontrando nosotros son más recientes. Hace 35 mil años que el Río Mendoza migró hacia el este”, explicó la directora del proyecto.

Sin dudas, allí había población porque había agua. Todas las poblaciones, todo lo paleoindio, o la gente que vivió antes que llegaran los primeros inmigrantes a Mendoza, vivían muy cerca de lo que hoy conocemos como la ciudad de Mendoza. Hay registros de asentamientos indígenas en El Challao y en La Crucecita. Los inmigrantes, a su llegada, toman posiciones más hacia el noroeste.

Agua subterránea

Ahora bien, ¿estos estudios permiten ver las condiciones actuales del agua subterránea?. Según Moreiras sí, porque los antiguos ríos son los actuales acuíferos. Hay muchos acuíferos que coinciden con el viejo paleorío, por ejemplo, el que se encuentra en la Zona de La Dormida y el que está en La Paz. “No hay un lugar preciso, digamos, por donde pasa, hay distintos niveles de acuífero, dependen del suelo. Pero al conocer el suelo y sus sedimentos, podemos predecir dónde están los acuíferos”, aclara la investigadora.

Otros detalles de la investigación

El proyecto de investigación empezó a desarrollarse en 2019, bajo la dirección de Moreiras y con financiamiento de la Secretaría de Investigación, internacionales y Posgrado (SIIP) de la UNCUYO. Actualmente, también se trabaja con un grupo interdisciplinario de investigadores en el marco de un proyecto PICT financiado por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.

Las tareas se realizan en diferentes centros dependiendo de la técnica requerida. Entre ellos, el Laboratorio de Edafología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO, el Laboratorio de Palinología Cuaternaria del IANIGLA, además de otros espacios del CONICET, y también en institutos de Estados Unidos y Alemania especializados en determinar las edades de los depósitos de los ríos o lacustres.

Del proyecto original nacieron otras líneas de investigación, dos de las cuales son objeto de estudio de tesis doctorales que recién se inician. Una, orientada a determinar cambios climáticos a partir del polen entrampado en sedimentos del antiguo río Mendoza, y otra dirigida a reconstruir la edad y distribución de los rodados asociados al río Mendoza en el Pleistoceno tardío, tema de discusión en la academia por estos días. “Los datos obtenidos aún se están procesando para encarar nuevas publicaciones, pero existe una serie de trabajos que documentan la neotectónica del piedemonte de Mendoza que contribuyen también a este proyecto”, comentó la directora, en referencia a una actualización del conocimiento de la deformación cuaternaria en el piedemonte mendocino (32º 50´ S), que se publicó en el volumen especial de la Falla Activa a la Amenaza Sísmica en América Latina y el Caribe del Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana.

La codirectora del proyecto original es Cecilia Benavente, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN-UNCUYO, IANIGLA-CONICET), y los investigadores colaboradores son Alberto Vich (FFYL-UNCUYO, IANIGLA-CONICET), María Eugenia de Porras y Carolina Lauro (IANIGLA-CONICET), Laura Gómez (IADIZA-CONICET) y Sabina D’Ambrosio. Además, colaboran los expertos Antonio Maldonado (Universidad de La Serena, Chile) y Francois De Vleeschouwer (EcoLab -Toulouse, Francia). Dentro del proyecto se han formado y participan varios tesistas doctorales y postdoctorales, entre ellos Mariana Correas, Ana Clara Longo, Sebastián Junquera, Pilar Jeanneret y Silvana Moragues.

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