Edgar Morisoli: “Mi poesía se nutre de mi vida”

Es uno de los mayores poetas que ha dado La Pampa a través del siglo XX. En esta entrevista revela cómo fue construyendo su propio lenguaje, entre vivencias profundas, lecturas, fogones y su paisaje.

Edgar Morisoli: “Mi poesía se nutre de mi vida”

En el mapa del lenguaje, Edgar Morisoli (1930), es, junto con Juan Carlos Bustriazo Ortiz, uno de los poetas mayores que ha dado La Pampa a través del siglo XX e inicios del XXI. Antología personal (Ediciones en Danza), reúne una compilación de sus poemas más representativos escritos entre 1948 y la actualidad.

Amplia selección de una treintena de libros que le otorga visibilidad a una obra consagrada a las formas perdidas de la oralidad y lo social. En la poética de Morisoli figura, además, el perpetuo interrogante sobre nuestra memoria histórica.

Profundo, de alto vuelo lírico, Morisoli canta carne adentro y sus poemas despliegan en detalle, la precisión para la minucia, la inusual riqueza en el espectro de vocablos que corresponden al léxico propio, autárquico.

Si bien, por su dilatada labor,  se ha convertido en uno de los pilares fundamentales de la “pampeanidad”, su vasta obra –muchos de sus poemas han sido musicalizados- excede los límites provinciales. Morisoli, poeta americano, universal.

-¿Cómo se presentó la oportunidad de esta antología?

-Yo no tenía mayor contacto con el poeta Javier Cófreces. Lo había conocido cuando vino a Santa Rosa para presentar el libro “Herejía Bermeja”, una antología del poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz que publicó el sello “Ediciones en Danza”.

-En esta selección de poemas, están aquellos que datan de su primera etapa. Me refiero a los del '59 al '74. Aquella que incluye cuatro libros: "Salmo Bagual", "Solar del Viento", "Tierra que sé" y "Al Sur Crece tu Nombre". ¿Qué búsquedas poéticas piensa le preocupaban entonces?

-En algún momento pensé que esa etapa podría llamársela la “etapa nombradora”, porque el impacto de una realidad tan rotunda, singular y compleja como configuran el Sur y el Oeste pampeanos, hizo que se impusiera por sí misma y reclamara “nombre”.

En paralelo, en el aspecto humano, esa etapa constituyó mi encuentro con la cultura criolla del Árido Argentino (habla -léxico y fonética-, costumbres, patrimonio mítico-legendario, etcétera), que como hecho social se extiende -con sus naturales ecotonos- por una extensa zona del país.

Las “notas” que siempre ocupan la sección final de mis libros, ilustran al respecto.

-¿Cómo explica ese hiato, ese silencio que duró dos décadas, entre 1974 y 1994?, etapa, por cierto, donde usted continuó produciendo una cantidad importante de poemas, aunque sin publicar.

-El hiato editorial (no de escritura) de veinte años entre 1974 y 1994, tiene que ver, básicamente, con las sucesivas rupturas del orden constitucional en nuestro país (golpes de estado encabezados por los generales Poggi, Onganía y Videla), su incidencia en mi vida laboral (me obligó a largos alejamientos de La Pampa, donde quedaba mi familia), buscando trabajo en otras latitudes, desde Formosa a Chubut y desde las cordilleras del Viento y de los Andes, hasta el Litoral.

-Luego, los seis textos que integran “Obra callada”, ese monumental libro, que tiene, sin duda, una historia dura por detrás, ¿verdad?

-Usted lo ha intuido. Desde víctimas de la represión dictatorial en la propia trama familiar, hasta amigos, compañeros de trabajo, miembros de la gran cofradía de los poetas, muerte  y exilio forman el telón de fondo de aquellos años trágicos y gravitan sobre “Obra callada”.

Si bien en los seis libros que integran el volumen los temas son muchos y diversos, la publicación, todavía en los días sombríos, de algunos poemas como “Mester de Varonía” o “La llaga”, en las valientes páginas del diario “La Arena”, ayudaron a identificar la obra con el período más oscuro y sangriento de nuestra historia.

No obstante, quiero señalar que en esos seis libros también están presente el amor, la épica de los desiertos de La Pampa occidental (“Jornada de los Confines”), el entero abanico de los sentimientos y las pasiones humanas, el drama de nuestros ríos por presencia y ausencia, y muchos más.

-Hay algunos poemas suyos que tienen un registro épico. ¿Lo siente así?

-Sobre el “registro épico”, tengo dos obras en que se encuentra más explícito: “El mito en armas o Anunciación de Castelli Inca” y “Para los días que vendrán”. Pero la calificación de épico, normalmente relacionada con acontecimientos históricos y sociales, permite otros registros. Algunos lectores minuciosos de mi poesía me han señalado lo que ellos llaman una “épica del paisaje”… y no estoy en desacuerdo con ellos.

Pienso que ciertos elementos rotundos del paisaje de la que considero mi “tierra del corazón” (Sur y Oeste pampeanos), cobran dimensión a través de la palabra poética: las Travesías (y dentro de ellas los misteriosos “centros”); el monte y sus criaturas vegetales de cifrado lenguaje; la adustez de las viejísimas serranías de La Pampa, guardadoras, en sus ocultos farallones, de los mensajes rupestres de “los antiguos”, de piedras que laten o retumban en las manos del viento, y por último el viento mismo, el de “Solar del Viento”, el de Kérrüff Mapú (“Cuadernos del rumbeador”, 2001), protagonista máximo de un paisaje “épico”. Vale señalar que el libro

“Una vida no basta” (2015) fue concebido como un “retorno a lo lírico” luego de la experiencia épica de “El mito en armas o Anunciación de Castelli Inca” (2014). Así lo explicita uno de los poemas, “Reflujo”, que  tras un preludio sin título, abre la primera parte de “Una vida no basta”.

-¿Es posible para usted referirse -aunque sea brevemente- acerca de su estilo, su riqueza de léxico?, ¿le preocupa el registro con que selecciona las palabras para decir, es decir, nombrar al mundo?

-En “Medalla del sangrador” (“Solar del Viento”, 1966), el poeta desdoblado en el Sangrador, le dice a éste: “las coplas que la vida se olvidó en tu guitarra”. Pues bien mi lenguaje es eso mismo, el que la vida fue haciendo en mí a través de viajes, de lecturas, de charlas de cocina y de fogón (el “real” de los campos abiertos) de contacto con un habla a la que ya me referí, castiza y mestiza.

-Uno de los hechos más interesantes de su vida, es que ha tenido la oportunidad de recorrer su provincia desempeñando el trabajo de agrimensor; su tarea en los recursos hídricos. ¿Alguna vez sintió que su vocación lírica haya perdido vitalidad y frescura, debido a esa labor?

-Todo lo contrario. Mi poesía se nutre de mi vida, nada más ajeno a mi escritura, a mi creación que el “Mester de clerecía”. Los ríos pampeanos, su drama y su hermosura son mucho más que un elemento del paisaje, son una causa profunda, comunitaria, popular.

Son un vector del espíritu de nuestra gente por encima (y por debajo) de edades, sexo, creencias e ideologías. Tal vez resulta difícil transmitir esta realidad a quienes desconocen La Pampa, lo admito. Pero toda mi obra es testimonio de ella.

-Concretamente respecto a la presente Antología personal. Más allá de lo obvio, ¿qué trató de buscar en esta selección de poemas?, ¿esencialidad?, ¿emotividad?...

-Yo ya contaba con otra antología, la editada por el Fondo Nacional de las Artes en el 2010. Eso implicaba una limitación en la selección de textos, que no podía repetirse. Pero además estaban los libros posteriores al 2010. Otro elemento a tener en cuenta era el “volumen”, es decir la extensión pactada con Ediciones en Danza como condición de su propuesta.

Teniendo presente todo ello, he tratado de lograr los dos objetivos -para nada opuestos- que usted menciona: esencialidad y emotividad. La Poesía es el reino de los sentimientos humanos, y otros elementos (como ideario por ejemplo) sólo ingresan al lenguaje poético si son catalizados por la emoción. Conozco otras poéticas más cercanas a lo reflexivo (Juarroz, Girri, Porchia) y admiro a sus autores, pero no es ése mi camino.

-Sé que puede resultar difícil Edgar, pero si usted tiene que seleccionar un poema de esta Antología personal, ¿cuál elegiría y por que?

-Realmente es difícil elegir uno solo. Si usted me lo permite serán dos, para que estén presentes dos vectores fundamentales de mi poesía: la “tierra del corazón” y el amor. Así elijo (ambos de un mismo libro: “Solar del Viento”, 1966), los siguientes textos: “Medalla del sangrador”, y “Itinerario de la compañera”.

-Numerosas de sus obras han sido musicalizadas. ¿Qué piensa que gana el poema con el acompañamiento de la guitarra?

-Mucha gente que conoce e interpreta las canciones creadas sobre textos míos… ¡no ha leído mis libros! Eso indica el irrestricto vuelo que tiene la canción, sus andantes horizontes. Quiero señalar que esas canciones, salvo contadas excepciones, no han nacido de un trabajo conjunto con el músico (como idealmente debe ser: así vi trabajar en México a Armando Tejada Gómez con Naldo Labrín), sino que una vez publicado el poema el músico lo conoció al leer el libro y lo eligió para componer.

Son muchas las canciones sobre mis poemas, acaso llegan al centenar. La guitarra y los ritmos pampeanos (predominantes aunque no excluyentes), se corresponden adecuadamente.

-Me gustaría se refiera a su amistad con Juan Carlos Bustriazo Ortiz. ¿Qué recuerdos personales guarda de él?, ¿alguna anécdota que guste compartir de él?; ¿qué es aquello que aprecia más de su poesía?

-Juan Carlos Bustriazo Ortiz es sin duda una de las voces poéticas mayores (si no directamente la mayor) que ha dado La Pampa en el siglo XX. Fue mi amigo y el de toda mi familia desde 1957. Me acompañó en múltiples andanzas topográficas por La Pampa, Río Negro, Neuquén y otras provincias. Fue comensal habitual de nuestra mesa, nos visitaba diariamente, ávido lector de mis bibliotecas.

-¿Qué cosas un poeta debería abstenerse de escribir?

-El odio. El resentimiento. La envidia. El rencor.

-¿Alguna vez soñó con el Río Colorado, Edgar? Por cierto, ¿los sueños pueden ser utilizados como materia prima para escribir poemas?

-¿Alguna vez? Habría que preguntarme cuando no soñé con el río Colorado y su gente. Obviamente son los sueños materia del arte, de las artes. Casualmente está en prensa, por el sello “Voces” (de la Cooperativa Popular de Electricidad de Santa Rosa) un libro plástico-onírico de la artista Paula Rivero, en el cual los textos míos acompañan las láminas.

Se titula “El regreso del Juntasueños o las Seis Noches de la Soñadora”. También hay otros textos más, aún inéditos, que pueden referirse al mismo ámbito de los sueños.

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