Las patas de rana se hunden en el turquesa y se siguen viendo mientras nos dejamos caer; hay que tener cuidado de no aspirar agua. Respire normal, nos habían dicho. Los arrecifes coralinos acogen a múltiples especies de peces y moluscos que desarrollan sus vidas sin importarles demasiado la invasión de los hombres rana, a excepción de que porten redes y no es el caso.
La temperatura del agua, como sus tesoros profundos, provoca que las horas destinadas al snorkel se evaporen rápidamente. Mientras los pies vuelven a ser humanos y se funden en la blanca arena, la denominación del sitio parece tan redundante como exacta: cayo Paraíso.
Estas cosas del Caribe, tanto edén desparramado, como este pequeño islote perdido en el mar con tan sólo algunos aventureros que llegan en lancha para disfrutar de la playa, del mar cálido sin mayor confort, de algún cóctel y nada más; para qué más, nos preguntamos.
Desde Puerto Plata la travesía a este rincón lleva un par de horas en vehículo hasta Punta Rucia y algunos minutos en lancha; la recompensa es grande. Además a lo largo del camino las riquezas de poblados y prodigios costeros, acerca a la Dominicana, que no sólo son sus resorts all inclusive.
En el norte
Entre el Atlántico y las siempre verdes montañas de la cordillera Septentrional, Puerto Plata -a 200 km de Santo Domingo- es la capital norteña de la isla. En sus costas, más de 100 km, hay resorts de lujo, poblados de mar, aventura para los que la buscan y también autenticidad isleña para los que quieran encontrarla.
Puerto Plata
Desde el primer asentamiento europeo, hablamos de la llegada de las tres carabelas con Cristóbal Colón como almirante. Cuando tocaron tierra en 1492 hasta nuestros días mucho ha cambiado en este sector. Sin embargo la belleza natural que vio el conquistador y el reflejo del sol en sus aguas dejando un halo plateado en derredor, parecen inalterables.
Las casonas victorianas de tiempos de la colonia permanecen intactas aunque coloreadas por el merengue, el reggaetón de sus comercios actuales. También por el ámbar, colocado en múltiples joyas y artesanías, porque no hay que olvidar que a estas costas también se las llama como la piedra color miel (producto de la cristalización de resina vegetal durante millones de años). Si tiene más interés sobre el tema, el Museo del Ámbar es una excelente revelación. Si a los aspectos locales se adhiere, la fábrica de Ron Brugal, típica de este lado isleño, con su producción y preparaciones posteriores, es una parada infaltable.
Mientras se recorre el parque Duarte, su vegetación ampara. Se sigue por las callejuelas sinuosas y, de regreso al mar, el malecón con las postales de turistas fotografiándose. Allí el fuerte San Felipe, construido en 1577 para defender la ciudad de los ataques piratas es otro de los clásicos paseos citadinos.
El Teleférico con su Jardín Botánico a 800 metros de altura, sobre la montaña Isabel de Torre, es otro atractivo para los visitantes. Además regala las mejores vistas de la costa plateada.
Los parques acuáticos Ocean World, que permiten nadar con delfines; Columbus y Fun City con sus carritos go kart y Yasika Adventures con sus zip lines, aseguran la diversión.
Pero hay más aventura en contacto con la naturaleza sin demasiada mediación. A media hora, las caídas del río Damajagua capturan a los aventureros del mundo.
Se les llama los 27 Charcos, que son ni más ni menos que piscinas naturales en medio de la roca, con espectaculares saltos de diferentes alturas. Acá no hay tiempo para pensar: casco, salvavidas, zapatillas de goma y al agua. La selva más espesa cubre el ambiente. La adrenalina despierta ante el próximo salto, frente al cual no hay reflexión, sólo flexión de piernas y splash.
Arenas blancas
Toda la zona cuenta con hermosas playas, algunas exclusivas de los complejos hoteleros y resorts en los que el régimen todo incluido alcanza toda la estadía. Así además de comidas, entretenimiento y compras se contempla en los perímetros de los alojamientos.
Pero hay que salir por más, nos dicen. A pocos minutos Cabarete con sus aires bohemios es el punto de encuentro de los más jóvenes y obviamente de su deporte preferido, cabalgar olas. Las condiciones del viento y la geografía costera hacen de este sitio un hito del surf y del kiteboarding, considerado en el top ten mundial. Sin embargo la acción no concluye en el mar. Los bares y restaurantes de playa y de las cuadras aledañas, son sinónimo de fiesta en vacaciones.
Sosúa, por su parte, se dedica fundamentalmente a explorar el mundo submarino con decenas de propuestas de buceo y snorkel. Aquí habían llegado en los 40 muchas familias judías que huían de los nazis. Hoy la policulturalidad es tema corriente. Playas desiertas, deportistas, artistas y artesanos, la constante. Los pequeños hospedajes y hostel son buscados por los viajeros del orbe, que con U$S 15 o U$S 20 por día pasan sus vacaciones en Dominicana.