Pese a que la vitivinicultura atraviesa un momento complejo, de caída de ventas tanto en el mercado externo como el interno, a la par de un marcado aumento de costos, el ambiente en el agasajo de Bodegas de Argentina fue de disfrute. Ni siquiera el discurso del presidente Javier Milei, horas antes, que plantea el interrogante de un eventual retorno de las retenciones, disipó la confianza en que se acomodarán ciertas variables macroeconómicas, se desregulará el mercado y el sector recuperará el rumbo del crecimiento.
El Espacio Arizu ofreció un marco ideal para el encuentro, por tratarse de un sitio patrimonial, con profundas raíces en la cultura vitivinícola mendocina; porque su amplio interior ofreció diversos sitios de encuentro; y por su cercanía con el centro mendocino, donde se desarrolló el desayuno de la Coviar (y muchas autoridades y empresarios participan en ambos eventos).
El presidente de Bodegas de Argentina, Walter Bressia, planteó que la vitivinicultura está viviendo un momento de inflexión y que necesita reformas para poder acceder a los mercados mundiales y seducir a los consumidores. Pero también, para que se recuperen las inversiones y el crecimiento. Señaló que esto requiere de una política fiscal más adecuada, ya que la actual representa cerca de la mitad del precio que paga un consumidor por una botella de vino.
Y manifestó que la institución seguirá ofreciendo aportes para contribuir a la construcción de “una nueva Argentina, moderna, más competitiva, con menos regulaciones, menor intervención estatal, menos burocracia, mayor libertad para realizar negocios, previsible, sustentable e inclusiva”.
El gobernador Alfredo Cornejo comentó que, con funcionarios nacionales, están abordando temáticas que tienen implicancia con el sector. “Estamos trabajando en sacar regulaciones absurdas y ridículas, que deben ser eliminadas porque esta industria sí que sabe competir”. Sumó que, en un mercado abierto, la vitivinicultura tendría mejores resultados, ya que ha sabido ganar mercados “a pesar de los malos gobiernos nacionales y algunas influencias provinciales que los perjudican”.
Retenciones
En su discurso de inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el presidente convocó a los gobernadores a un pacto, que tiene como requisito la aprobación de la ley de bases. En el texto original estaban incluidas las retenciones, lo que generó una cierta incertidumbre en cuanto a si volverán a fijarse para la vitivinicultura.
Cornejo dio por descontado que no será así, al manifestar que celebra “que se haya dado marcha atrás con las retenciones y la sensibilidad del Gobierno para comprender” que exportar vinos requiere de un “alto profesionalismo” y que, cuando se pierde un comprador, toma mucho tiempo recuperarlo. Con esto, distinguió a la vitivinicultura de otros productos, como el trigo o la soja, que son commoditties, y si bien resaltó que tampoco es conveniente que se les apliquen, consideró que podría hacerse por un tiempo, ante una determinada situación fiscal, sin comprometer los mercados a futuro (como sí sucedería con el vino).
Bressia, por su parte, señaló que Bodegas de Argentina expuso en el Congreso la situación con respecto a las retenciones y fueron escuchados. También manifestó que, en el caso de normas provinciales, han solicitado también cambios, como la derogación de la ley de contratos de compras de uvas, que esperan se implemente a la brevedad.
Ramiro Barrios, integrante del Comité Ejecutivo de Bodegas de Argentina y gerente general de Clos de los Siete, comentó que los cambios que propone la ley de bases deberían acelerar el crecimiento de la economía, porque el ajuste ayuda a bajar la inflación y el déficit, pero no genera expansión.
Sin embargo, recordó que el capítulo impositivo de este proyecto incluía retenciones a las exportaciones, que después se eliminaron para las economías regionales, porque se entendió que no eran consistentes con la idea de abrir Argentina al mundo. Barrios resaltó que la vitivinicultura se ha visto afectada por un tipo de cambio atrasado y que volver a fijarle este tributo, frente a un contexto externo mucho más complicado, sería un gran error. Confió en que, cuando la ley de bases vuelva a tratarse, no será necesario reiterar este planteo, aunque añadió que habrá que esperar.
Alternativas
Mauricio Boullade, vicepresidente de Wines of Argentina y CEO de Barbarian Wines, expresó que, por un lado, toma con optimismo el mensaje del presidente cuando habla de abrirse al mundo, de facilitar la burocracia del Estado, de poder importar -que sería positivo para acceder a insumos- y de que el país sea más competitivo. Pero indicó que está retomando la ley de bases, que incluye las retenciones, y sumó que espera que no afecte a la vitivinicultura, porque significaría un paso para atrás en el gran desafío que tienen como industria, ante la caída del consumo de alcohol en el mundo.
Resaltó que es un impuesto sobre la facturación, no sobre la ganancia, con lo que sería más lógico, si hubiera que hacer un esfuerzo adicional para acompañar este proceso, que aumentaran la alícuota del impuesto a las Ganancias y no que vuelvan las retenciones, que quitan por completo la rentabilidad. De todos modos, estimó que el Congreso nacional “tomó nota” del planteo de Bodegas de Argentina y que, aunque se insista con los derechos a la exportación, la vitivinicultura estaría excluida.
Gustavo Arizu, de Bodega Luigi Bosca, expresó que las retenciones son un costo anticompetitivo para la industria, en un momento en que, de la mano de Diana Mondino, ministra de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, puede tener mayor inserción internacional y avanzar en tratados de libre comercio.
Los productos argentinos, indicó, ya salen del país con un alto precio, por el tipo de cambio, la inflación y las retenciones (que se aplican al final de la cadena), y se llega a mercados donde se les suman aranceles, ya que el país carecer de TLC. Arizu consideró que, en lugar de retomar las retenciones, se debería avanzar en estos acuerdos, que harán crecer los ingresos.
Y lanzó que otra alternativa sería implementar algo parecido al impuesto al champagne, que se aplicó en los ‘90, cuando se gravó el lujo, y las bodegas se comprometían a invertir un valor superior al del tributo, para que la industria creciera. De esta manera, resaltó, aumentarían las exportaciones y el Estado tendría un mayor ingreso de divisas y recaudación.