Aunque venían ganando terreno, en 2020, de la mano de un repunte importante del consumo de vino en el mercado interno -y en todo el mundo-, los botellones crecieron un 35%. Y si bien a principios del año pasado perdieron participación, en el acumulado de los cinco primeros meses de 2022, este envase lleva la delantera, con un 7,8% de suba en comparación con el mismo período de 2021.
El titular del Instituto Nacional de Vitivinicultura, Martín Hinojosa, indicó que, entre enero y mayo, con respecto a los mismos meses del año pasado, todos los envases tuvieron un incremento del 4% y que las botellas de entre 1.000 y 1.500 cm3 lideran esa tendencia con un 7,8% de suba (y una ganancia en la participación, al pasar del 29,9% al 30,3%).
Si bien el envase que mayor incremento porcentual muestra es el bag in box, con un 17,3% de aumento, apenas alcanza a tener una participación del 0,2% en el total. Esto, mientras que la botella tiene una del 60,6% y, dentro de ese total, la de 750 cm3 representa el 68,7% y la de 1.000 a 1.500 cm3, el 30,3%.
Por su parte, la botella de 750 cm3 mostró una suba del 6,6% y el tetra brik del 2,5%. En tanto, la damajuana cayó un 8,1% y la lata un 59,9%. Hinojosa apuntó a que si bien los porcentajes, en estos dos últimos casos, son grandes, la cantidad de litros es mínima; mientras que los envases con mayor participación en el mercado, como el tetra brik, que acapara el 35,7%, el botellón y la botella repuntaron.
De todos modos, se debe recordar que, precisamente, tanto el botellón como el tetra brik habían mostrado una caída el año pasado. De enero a julio, la botella de mayor tamaño tuvo una disminución del 25,4% y el multilaminado, una merma del 20,3%. Esto, asociado a una disminución en las ventas en general y debido a que estos envases se asocian al consumo masivo. De ahí que, en cierta medida, se trataría de una recuperación.
Hinojosa indicó que, evidentemente, la gente sigue eligiendo el botellón. En cuanto a la lata, que se presentaba como una buena opción para alcanzar al público más joven y ganar ciertas ocasiones de consumo, pero ha perdido participación, detalló que hay problemas para adquirir este tipo de envase, porque la mayoría se utiliza para la cerveza y las hojalateras no están tomando como nuevos clientes a las bodegas, porque se les complica proveer a las actuales.
En cuanto a la evolución de los despachos, el titular del INV expresó que, si bien prefiere esperar a tener los datos del primer semestre completo para poder hablar de una tendencia clara, los de los primeros cinco meses de 2022 están mostrando un incremento en el consumo de vino de los argentinos, del 4% (150 millones de litros más que en el mismo lapso de 2021).
Esto representa una buena noticia, ya que en el sector vitivinícola estaban expectantes de lo que podía suceder este año en el mercado interno, con los altos índices de inflación y la pérdida de poder adquisitivo por parte de la población, por un lado, y la recuperación de precio del vino, por el otro, lo que podía traducirse en una retracción en las ventas.
Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina, comentó que el envase grande fue una tendencia a fines de los ‘90. De hecho, muchos mercados de otros países pedían botellas de 1.500 cm3. Pero en Argentina no sucedió lo mismo, porque los envases de mayor tamaño se asociaban al vino de mesa, en particular por el formato que tenían las botellas.
Sin embargo, recordó que hace por lo menos unos cinco años algunas compañías comenzaron a ofrecerlo porque permite optimizar el costo del packaging por litro de vino. Es que un botellón de 1,5 litros tiene el mismo contenido que dos botellas de 750 cm3, pero lleva un solo tapón, tapa, etiqueta y botella (aunque sea un poco más grande). Por otra parte, los elementos de cierre permiten que el vino, si no se termina el día que se abre y se va a consumir en los siguientes, se conserve en muy buenas condiciones. De ahí que comenzaran a crecer los botellones de 1,125 y de 1.500 cm3.
En un primer momento, indicó, este crecimiento se dio en un segmento de vino básico, pero con el tiempo fueron apareciendo algunos de un nivel un poco superior; aunque el 85,8% sigue siendo genérico. Y si bien no hay vinos de alta gama envasados en estas botellas, sí apunta a una línea que concentra el consumo, después del vino de mesa, y algunas compañías grandes han logrado que se consolide.
Kuret consideró que con el botellón se logró romper un poco con el hábito de los consumidores argentinos, que suelen ser muy conservadores, y que llegó para quedarse. Es que, además, se asocia a ciertas ocasiones de consumo, como las reuniones, en las que se puede ahorrar al optar por un envase más grande, en lugar de dos pequeños.
Sobre el bag in box, que también es de mayor tamaño, opinó que es una pena que su desarrollo siga siendo incipiente, ya que, en Suecia, por ejemplo, el 60% del vino que se consume se vende en ese empaque. Pero señaló que no ha prendido en Argentina, como tampoco la tapa a rosca, que recién está empezando a aparecer en los vinos de gama media, ya que el público tiende a asociarla con el bajo precio.
Consultado sobre lo que está sucediendo con la lata, el director ejecutivo de Bodegas de Argentina añadió que se encuentra en otro estadío diferente al botellón. Un primer problema, explicó, es que sólo un modelo de lata se fabrica en el país, mientras los otros se importan desde Brasil. Pero indicó que, más allá de dónde se fabriquen, su precio está dolarizado y va siguiendo los vaivenes del valor internacional del aluminio; por lo que se debe evaluar muy bien el costo de utilizar este envase. En este sentido, recordó que, con la devaluación de 2001, se restringió mucho su uso.
Por otra parte, señaló que la lata está en una etapa experimental en las bodegas, aunque en ciertos países, como Estados Unidos, ha tenido éxito. También, que hay dificultades asociadas a la escala, ya que otras industrias manejan grandes volúmenes de latas, pero la vitivinícola, cuando comienza a envasar en aluminio, utiliza un volumen acotado y se encuentra con condicionantes de abastecimiento. Y, finalmente, los establecimientos elaboradores no suelen contar con este sistema de llenado, como sí tienen el de botella o tetra brik, por lo que tercerizan el servicio.