Hasta hace un tiempo, la ropa de marca era más accesible. Varios podían viajar al extranjero -Estados Unidos o Europa- y traer etiquetas que no se conseguían en el país, a precios, en muchos casos, de liquidación. Y quienes no, cruzaban a Chile por vacaciones o viajes de compras y se traían prendas de calidad a menor precio. También estaba la opción de comprar en tiendas del exterior y pagar el envío.
Sin embargo, la pandemia primero, la crisis económica después y las restricciones a los viajes al exterior -no se pueden pagar en cuotas con tarjeta y el dólar turista tiene un 100% de recargo- alejaron la posibilidad de traer ropa del hemisferio norte. Chile también quedó bastante lejos por el tipo de cambio y los envíos internacionales enfrentan numerosas trabas. Y son unos pocos los que pueden pagar el precio por las marcas que se encuentran en la provincia.
De ahí que las ferias americanas han ido ganando adeptos y derribando los prejuicios de quienes no estaban muy convencidos de utilizar ropa de segunda mano. Se trata de un canal que brinda beneficios a tres partes: los vendedores, que obtienen dinero por esa ropa que ocupa un lugar en el placard y no usan; los compradores, que logran hacerse con una prenda de calidad en muy buen estado -a veces incluso nueva- a precios mucho más bajos; y los intermediarios -las ferias o plataformas-, que se dedican al negocio de la moda circular.
Para entenderlo, Indumentaria es el rubro que mayor suba ha tenido en el último año, con un 121,8% de aumento en setiembre, en comparación con el mismo mes de 2021; y muy por encima del nivel general de precios, que acumula un incremento interanual del 85,2%. Así es que aquellos que, hasta ahora, hacían un esfuerzo, pero podían darse el gusto de vestir sus marcas favoritas, encuentran en las ferias americanas el único camino para seguir sosteniendo esa posibilidad.
Mariela Zavaroni, quien vive en el barrio Dalvian, cuenta que hay un grupo de Whatsapp “Feria nuevo y usado”, en el que los vecinos ofrecen todo tipo de artículos: ropa, calzado, accesorios, elementos de ski. Las reglas son claras: no se puede publicar más de cuatro fotos y se debe colocar talle y precio. Y también se venden, detalla, los uniformes del colegio Maristas al que van muchos de los niños que viven en el lugar.
Mariela cuenta que el concepto de vender y comprar cosas de segunda mano se generalizó con la pandemia. En ese momento, la red social sirvió para que los vecinos llevaran alimentos a quienes estaban aislados, pero también para que, quienes no podían trabajar por el aislamiento, ofrecieran sus productos y servicios a los habitantes del barrio. El siguiente paso fue empezar a vender lo que tenían en casa.
Su hija, detalla, cumplió 10 años durante la pandemia y la ropa que tenía dejó de quedarle. Eran prendas de marcas como North Face y Columbia, que habían traído de viajes al exterior y que ahora nadie podía conseguir. Con lo que obtuvo por la venta, pudo comprarle cosas del nuevo talle. Y suma que cada vez hay más espacios de este tipo, en lugares hace un tiempo impensados, como Chacras de Coria o la Quinta Sección, pero que se han instaurado por el precio actual de la ropa y el calzado de marca.
Por otra parte, contó que a fines del año pasado organizó una feria americana a beneficio en el Colegio Maristas. El valor del alquiler del stand se donó a un comedor del Campo Papa, para que pudieran hacer un cierre, y los vecinos del Dalvian llevaron cosas nuevas y usadas para vender (y otros fueron a comprar). Y sumó que otra vecina recibe donaciones en su casa y tiene un ropero permanente, y lo que no está en tan buen estado para vender, lo dona a comedores.
Abrir el placar
Muriel Del Barco reconoce que, hoy, las marcas de primera línea son inaccesibles para muchas. Como con algunas amigas trabajan en redes sociales y medios, con su imagen, tienen ropa de buenas marcas -porque, de hecho, algunas las auspician-: prendas caras, lindas y de buena calidad. Las mismas seguidoras les dieron la idea de crear Open Closet, porque les preguntaban si no alquilaban o vendían esas cosas.
Así es que decidieron hacer espacio en los placares y sacar esa ropa que ya habían usado algunas veces, pero estaba impecable; la que compraron, pero no les quedó como esperaban; o la que pasó de moda, pero a muchas puede no interesarles eso. En julio, hicieron una primera edición de la feria Open Closet, con prendas de invierno.
Con esa primera experiencia, muy favorable, decidieron repetir, este fin de semana, de 10 a 19, con una edición primavera-verano en Civit House (Emilio Civit 572). La ropa es de Muriel, la influencer Agustina Malano, la DJ Lorena Henríquez y la diseñadora Verónica Kolton, y algunas amigas. La periodista suma que también hay ropa de bebé, que suele tener muy poco uso, y de hombre. Y que estas iniciativas son una manera de sumarse a la onda sustentable, de darle más valor a las prendas, que no sean descartables. Además de cuestionar el consumismo y empezar a tener menos, de mejor calidad.
Patricia Terranova es, con su cuñada Gisella Vinci, creadora de la Feria Otra Vuelta. El concepto fue similar. Cuenta que, durante la pandemia, se dedicó, como muchas personas, a ordenar las cosas, y se dio cuenta de que tenía mucha ropa en el placar, incluso nueva, de marcas a las que no se podía acceder porque no se podía viajar, ni por los precios. Así surgió la idea de ofrecerla a otras personas que pudieran disfrutarla y darle un nuevo uso.
Si bien analizaron la posibilidad de hacer una feria, la pandemia les hizo cambiar de idea y crearon una página web: www.otravueltaferia.com, aunque hoy cuentan con un showroom y han organizado algunas ferias. Patricia cuenta que a quienes venden ropa con ellas les llaman socias y que, aquellas prendas que no están en excelentes condiciones, les ofrecen donarlas a diversas entidades (aunque también pueden retirarlas).
Aclara que venden ropa de primeras marcas, pero también de otras más masivas, y que cuentan con alrededor de 200 socias activas -que van teniendo un ingreso extra- y clientes fijos de todo el país, que compran de modo frecuente, sobre todo para sus hijos. Es que saben que hay cierta ropa que la van a usar un par de veces y les va a quedar chica, o viene el cumpleaños y no quieren gastar tanto en un vestido, por ejemplo, y además es una forma de acceder a telas que hoy no se consiguen.
Patricia acota que se está rompiendo el paradigma de “cómo voy a comprar algo usado” y que, en Europa, la moda circular está en auge, por lo que cree que cada vez se va a instalar más en la provincia. Por un lado, porque la situación económica es compleja. Pero por el otro, porque, sobre todo de la mano de los más jóvenes, hay una búsqueda de lo que implique cuidar el medio ambiente.
Pionera
Varios años antes de que se hablara de moda circular, pero cuando la ropa de marca ya empezaba a ser menos accesible, Florencia Da Souza y tres amigas decidieron sacar de sus guardarropas las prendas en buen estado pero que ya no usaban -porque sumaron kilos o los perdieron, porque las compraron no muy convencidas y no las usaron (a veces hasta con la etiqueta) o porque se cansaron de usarlas- y hacer lugar para otras.
Así fue como, en abril de 2014, invitaron a su casa a amigas y conocidas, con la consigna de ir a tomar un té o unas mates y mirar lo que habían colgado en los percheros. Poco después, les empezaron a llamar personas que no conocían, pero que se habían enterado de la feria americana y querían ir a comprar. Veinte días después, organizaron una segunda venta y continuaron durante todo el año. Decidieron llamarla Flor de Feria.
Ya en el verano buscaron un lugar en Chacras de Coria y de los 3 percheros iniciales habían pasado a 15. A mediados de 2015, incorporaron un paseo de emprendedores, pero Florencia asegura que la tienda americana siempre va a estar porque así surgió el emprendimiento, que ahora comparte con sus socios Belén Iacopini y Gustavo Valdez. De hecho, hay familias enteras que sólo van para comprar ropa, calzado y accesorios.
Añade que se puede encontrar cosas a muy bajo precio y otras con un valor más elevado; aunque siempre deben ser más baratas que en un comercio. Así, cuenta que hace poco alguien llevó unas zapatillas Vans para vender, nuevas porque se las habían regalado y no le quedaron, que cuestan $40 mil y las vendieron a $20 mil. También hay personas de muy buen poder adquisitivo, que casi no usan la ropa y llevan valijas enteras a la feria, o dueños de tiendas que les quedan muchas prendas de colecciones anteriores. Y en ciertas ediciones han sumado percheros de influencers, como las Giamportones o Guada Ghilardi.
Flor de Feria estará este sábado y domingo, de 11 a 20, en el Vivero El Bosque (Orsini y Darragueira (Chacras de Coria). Si se ven obligados a suspender por lluvia, se sumará un día el fin de semana próximo.