Sofía Pescarmona ha sido una de las empresarias que en Mendoza ha liderado el camino hacia la sustentabilidad, convirtiéndose en una de las pionera en la vitivinicultura de triple impacto en la provincia. Desde la implementación de prácticas orgánicas y la certificación como Empresa B, hasta los desafíos que enfrentan en la gestión del agua y la reducción de residuos, Sofía habla en esta nota con Los Andes con claridad y pasión sobre los valores que guían su empresa.
-¿Cómo ha sido el recorrido de Bodega Lagarde hacia la sustentabilidad?
-Hace mucho que estamos trabajando en sustentabilidad en Lagarde. A ver, hace ya 12 años comenzamos con la huerta orgánica. Más adelante, en 2017, decidimos transformar todo nuestro rumbo hacia lo orgánico. Actualmente, alrededor del 45% de nuestras viñas, es decir, de las 200 hectáreas cultivadas, tenemos 50 hectáreas de cultivo orgánico. El resto está en proceso.
-¿Qué desafíos encontraron durante esta transición?
-Nos fuimos entusiasmando cada vez más y subiendo la vara en cada paso que dábamos. Cada vez que pensamos en un nuevo proyecto, nos preguntamos: “¿Cuál es el próximo objetivo?”. Esto nos ha llevado a plantearnos nuevas metas constantemente.
-Hoy están certificados como Empresa B...
-Sí, hace ya 6 años (o tal vez 4, no recuerdo con exactitud) fuimos la primera bodega en Mendoza en obtener la certificación de Empresa B, lo que implica trabajar con un enfoque de triple impacto. Esta experiencia nos enseñó que no solo debíamos enfocarnos en la agricultura y la producción, sino también en el trabajo con la comunidad y hacia adentro de nuestra empresa, con nuestros colaboradores.
-¿Cómo lograron implementar estas mejoras dentro de la organización?
El primer paso fue medir. Entender dónde estábamos parados fue clave para mejorar. Siempre decimos que la medición es la base para proponer mejoras. Nos permite entender qué hacemos, cómo lo hacemos, y a partir de ahí, plantearnos nuevos objetivos.
El triple impacto busca que el trabajo funcione bien hacia adentro, hacia afuera y que también esté integrado en el negocio de alguna manera. El trabajo con la comunidad implica colaborar con la municipalidad y escuchar sus necesidades. Por ejemplo, nos enfocamos en el manejo de residuos, mejorando la gestión y promoviendo prácticas de desecho cero en los restaurantes.
Trabajamos constantemente en la capacitación de los jóvenes de la zona. Nos esforzamos para que estén motivados y se formen mejor. En la bodega y los restaurantes siempre buscamos proveedores locales. Si encontramos alguna oportunidad de compra local, la aprovechamos. Y si el proveedor no está al nivel esperado, tratamos de ayudarlos a mejorar para que puedan convertirse en nuestros proveedores.
-¿Qué otras iniciativas tienen en marcha?
-Trabajamos para que los jóvenes terminen la secundaria, y también les ofrecemos formación en inglés y portugués a quienes deseen capacitarse dentro de la empresa. Además, fomentamos la biodiversidad y la reforestación en nuestras propiedades, siempre promoviendo el bienestar y la salud. Por ejemplo, en la empresa ofrecemos snacks saludables todos los días, siempre hay fruta disponible.
Organizamos capacitaciones, meditación y caminatas, buscando el bienestar integral de nuestros colaboradores. Además, contamos con un médico que visita la empresa cada 15 días, al que todos los empleados pueden consultar. Esto es especialmente útil para aquellos que no pueden ir al médico con frecuencia; así les facilitamos el acceso a la atención médica.
-Para ustedes, ¿ha significado una gran inversión transformar la empresa en una de triple impacto?
-El cultivo orgánico tiene un costo promedio entre un 20% y 30% más que el cultivo no orgánico. Y eso no necesariamente lo podemos trasladar al precio, no significa que un vino orgánico se paga un 30% más en la gondola. La certificación tiene sus costos, además implica tener personal dedicado exclusivamente a la certificación, la medición, la búsqueda de valores, eficiencia, entre otras cosas.
-¿Cómo manejan ese equilibrio entre costos y beneficios?
-Para nosotros, más que preguntarnos si nos reditúa económicamente o no, esto es una cuestión de filosofía y valores. Sentimos que no hay otra manera de trabajar. Creemos que, a largo plazo, esto tendrá un rédito económico porque los clientes nos van a elegir, los empleados van a querer trabajar con nosotros, y atraeremos talento. Además, en productos de exportación, ya existen mercados como los de Suecia, Dinamarca, Finlandia y otros países escandinavos que prefieren este tipo de empresas o productos.
-¿Y cómo ven el futuro en términos de sustentabilidad?
-De a poco, algunas cadenas de supermercados ya están optando por productos y empresas con este tipo de certificaciones. Aunque todavía no es algo masivo ni la norma en todos los mercados, vemos una tendencia hacia una gestión más eficiente. Por ejemplo, medimos todo el agua que usamos y lo aplicamos mediante riego por goteo. Creemos que estas prácticas serán la norma en el futuro, quizás en 10 o 15 años.
-¿Cómo analizás el avance de este tipo de productos en términos de accesibilidad?
-Antes, por ejemplo, la eliminación del plástico o el uso de envases compostables era muy caro. Hoy en día, tenemos proveedores que, gracias a economías de escala, logran hacer estos productos más accesibles y económicos, permitiendo que más personas puedan incorporarlos en su vida diaria. Esto es parte de un movimiento que va creciendo, similar a lo que ocurrió con la tecnología solar: era carísima, pero con el tiempo se volvió más eficiente y más asequible.
-¿Qué es lo se viene en la industria y en qué aspectos crees que aún no se está trabajando lo suficiente?
-Todavía falta mucho en la vitivinicultura. Por ejemplo, es necesario reducir el peso de las botellas, trabajar con tintas biodegradables y hacer más eficiente la logística. Además, la agricultura regenerativa está empezando a tomar fuerza para mejorar la calidad del suelo.
Todavía hay mucho por hacer en cuanto a diversificar los cultivos. Es importante pasar de monocultivos a sistemas que incluyan una mayor diversidad de flora y fauna. También es clave dejar corredores biológicos entre los viñedos con flores nativas y evitar desmontes completos.
El manejo del agua es un gran desafío. Si bien las inversiones en tecnología para mejorar su uso son altas, es algo que la industria debe afrontar. Ya no es justificable seguir utilizando métodos como el riego a manto. Además, hay mucho trabajo por hacer en términos de gestión de residuos. En Argentina, seguimos utilizando demasiado plástico cuando podríamos reducir su uso o al menos entender en qué situaciones es realmente necesario.