Con la mirada puesta en lo que sucedió en San Juan, donde la merma en la producción ya generó un aumento en el precio que se está pagando por la uva, los representantes locales de los productores señalan los valores mínimos que se debería pagar por cada variedad, según la zona, e instan a los viticultores a no “bajarse” de esos pisos. Sin embargo, plantean que habrá que esperar hasta conocer los rendimientos para poder determinar si la suba en los precios compensará la baja que se anticipa en la producción.
La semana pasada, el titular del Banco de Vinos, Alfredo Aciar, expresó, en una reunión que se desarrolló en el Este provincial con el sector productivo, que se está hablando de que el quintal se pagaría entre los $ 2.500 y los $ 2.600. Recordó que el año pasado se pagó $ 2.000, por lo que, de ser ése el precio esta temporada, apenas habría un aumento del 25%, cuando la inflación interanual superó el 50% y el incremento de los costos de producción ha sido bastante mayor. Por eso, expresó que se debería hablar de $ 3.000 a $ 3.200 el quintal, para que los productores no pierdan dinero en términos reales.
Durante el encuentro también se analizó la previsión de cosecha. Es que el Instituto Nacional de Vitivinicultura ya anticipó una disminución del 10% en San Juan, mientras los productores de la vecina provincia aseguran que sería del 20%. Si bien los datos de Mendoza aún no se conocen, nadie duda de que habrá una merma. Ante este panorama, Aciar consideró que los precios comenzarán a tonificarse y aspiró a que suban hasta “llegar a un valor equilibrado, que sirva a las dos partes: al productor y a los industriales”.
El titular de la Asociación de Viñateros de Mendoza, Eduardo Córdoba, manifestó que las uvas mezclas no pueden estar por debajo de los $ 33 a $ 35 el kilo. “No hay mucha uva. Se van a llevar una sorpresa”, lanzó. Para explicar esto, detalló que hay 3 mil productores menos que hace ocho años y que la edad promedio de los viticultores es de 60 años y están cansados de que todas las exigencias recaigan sobre el primer eslabón de la cadena productiva.
Además, contó que hace tres días que está recorriendo barrios para poder armar una cuadrilla y cosechar, pese a que no tiene una gran extensión de viñedos, porque resulta difícil conseguir mano de obra para la recolección.
Córdoba señaló que el malbec, el varietal insignia, tendría que tener un precio de $ 40 por kilo como mínimo. El bonarda, que permite obtener muy buenos vinos, debería rondar los $ 37 a $ 38. Asimismo, sumó que las bodegas han salido a contactar productores, por lo que recomendó a sus pares que “se mantengan firmes y no se apuren en la negociación”.
En cuanto al volumen esperado, manifestó que los distintos varietales han tenido comportamientos diversos. En su caso, ha obtenido la mitad de la producción del año pasado con el chardonnay, mientras que se le incrementó en un 50% la de syrah pero indicó que hay zonas en donde las heladas causaron afectación y el Norte de Lavalle ha tenido una reducción considerable por las tormentas. Planteó que espera que esta menor cantidad de uva se compense con un mejor precio.
Por su parte, Gabriela Lizana, presidente de Aproem (Asociación de Productores del Oasis Este de Mendoza), detalló que, en función de un estudio de costos que desarrollan con el INTA, han sugerido que el precio mínimo de las uvas criollas debería ser de $ 40 el kilo y, el de las varietales, de $ 60. “Ojalá los precios de mercado alcancen esos valores porque, si no, lo que sea por debajo puede ayudar a salvar costos, pero no va a permitir una mínima rentabilidad, para que esta actividad sea un negocio del que se pueda vivir y no un hobbie”, manifestó.
Lizana comentó que el costo de producción varía entre los $ 25 y los $ 35 el kilo. Desde la entidad buscaron transparentar los costos y la rentabilidad pretendida. Ahora, apuntan a que el resto de los actores de la cadena vitivinícola, hasta llegar a la góndola, hagan lo mismo, para poder estudiar cómo se puede alcanzar una mejor distribución de la renta. Subrayó que esto se ha logrado en otras cadenas agroalimentarias en el país.
En cuanto a una de las primeras variedades que se cosechan, la aspirant bocuhet, señaló que el mercado, en un principio, estaba ofreciendo $ 40 y, por la criolla, $ 25 pero destacó que ése era un precio inicial, porque ya se sabe que, en San Juan, frente a la inminencia de una merma importante en la producción, las empresas grandes han empezado a subir el valor que ofrecen a los productores. Lizana indicó que los precios de referencia que difunde Aproem han sido acordados con la Mesa Vitícola de San Juan.
La titular de Aproem estimó que la reducción del volumen de la cosecha en Mendoza este año puede llegar a un 20% y sumó que no sólo se debe a inclemencias climáticas, sino también a la falta de recursos para poder desarrollar las labores, vinculada a los bajos precios. “Sin rentabilidad no hay productividad”, ilustró.
Sebastián Lafalla, presidente de la Cámara de Agricultura, Industria y Comercio de Tupungato, detalló que, para una uva malbec de la zona de Gualtallary, están ofreciendo pagar $ 140 el kilo mientras que, para las de otras áreas del Valle de Uco, el año pasado se pagó $ 60, por lo que ahora debería alcanzar un precio de $ 90 a $ 100. “Eso es lo que pretendemos y los productores se deben poner firmes y no bajarse de eso”, dijo.
Por otra parte, manifestó que una reconocida bodega está pagando hoy $ 70 el kilo de chardonnay para base de espumantes, producido en Tupungato, mientras que en 2021 pagó $ 34 y en años anteriores entre $ 12 y $ 13. Eso causó que muchos productores erradicaran ese varietal y que hoy falte, por lo que tienen que salir a ofrecer un precio considerablemente más alto.
Lafalla expresó que, seguramente este año, la cosecha será un poco menor a la de 2021, en el orden de un 10% menos. Sumó que la pauta de esto la da que las bodegas están buscando uva.
Si bien reconoció que los daños más marcados se han producido en el Este y el Norte, planteó que en el Valle de Uco deberán aguardar al momento de la recolección, porque a veces una helada tardía causa que el peso del racimo sea menor al esperado. Además, subrayó que, cuando hay poca uva, el precio aumenta, pero los productores igual han tenido una caída en la producción que no siempre se ve compensada por el mayor valor del producto.