Salarios, más allá de la pandemia

¿Qué ocurrió para que, en 60 años, la economía de un país, que representaba el 30% del PBI de América Latina, se precipitara en una espiral de decadencia y frustración que parece no encontrar un fin?

Salarios, más allá de la pandemia
¿Qué ocurrió para que, en 60 años, la economía de un país, que representaba el 30% del PBI de América Latina, se precipitara en una espiral de decadencia y frustración que parece no encontrar un fin?

Los indicadores de la (macro) economía, en el orden nacional, son ampliamente conocidos: desempleo, pobreza e inflación en alza, caída del salario real y, complementando este combo, una de las más significativas contracciones del PBI de la región (en este último caso podríamos echar la culpa a la pandemia, pero sería más justo decir que fue agravada por las prolongadas medidas restrictivas implementadas para poder combatirla).

Pero no deseo enfatizar en datos por todos conocidos, sino postular algunas posibles vías a considerar para recuperar una senda de crecimiento genuino y también sostenido.

Comencemos por considerar pobreza y caída del salario real (canasta de bienes que pueden adquirirse con la remuneración percibida por el trabajador). Ambas se encuentran muy vinculadas al proceso inflacionario y este último es, en nuestro caso, la resultante fundamental de la expansión monetaria realizada en los últimos tiempos y, en particular, el último año. En efecto, el crecimiento de la base monetaria, más pasivos remunerados y stock de Leliqs es, a marzo de 2021 contra marzo de 2020, del 60%. Esta altísima tasa de emisión (única vía para un país sin acceso al crédito) es inflación presente y futura. Toda medida heterodoxa de control, está predestinada al fracaso.

Para contener la emisión monetaria se impone restablecer el equilibrio entre un sector privado, constreñido, que debe sostener a un sector público, sobre-expandido. Pero esta importante reforma estructural está más allá de las posibilidades locales y corresponde a la órbita de decisión del Gobierno nacional. Es ésta una vía inherente a la política, más que a la economía.

La situación de Mendoza no puede escapar a esta dinámica, más allá de las particularidades locales.

La alternativa mendocina para la reconstrucción del ingreso

De acuerdo con datos recientemente conocidos, la pobreza aumenta en Mendoza en los últimos años en relación con las provincias vecinas. En particular, el ingreso salarial del sector formal está por debajo del promedio nacional. Todo parece reforzar el criterio que venimos sosteniendo: el modelo productivo local se encuentra agotado. No podemos pedir más crecimiento a los sectores tradicionales (como la vitivinicultura) porque estos motores ya están erogando al límite de sus posibilidades, y la caída persistente de sus participaciones en el PBG provincial, en las últimas mediciones, así lo evidencian.

Pero, en particular, ¿es posible crecer en el nivel de remuneraciones de nuestra fuerza laboral que, como mencionamos, está por debajo del promedio nacional? ¿Qué sugiere la teoría económica al respecto?

Simplificando, podemos señalar que el punto clave a considerar es el valor del producto del trabajo (técnicamente se denomina Valor del Producto Marginal). Incrementando la demanda de trabajo (en realidad, de cualquier servicio productivo), se obtendrá un efecto positivo persistente sobre el poder adquisitivo de los asalariados. Esto se puede lograr de diferentes maneras pero, todas ellas, relacionadas con el incremento de la productividad del mismo: incrementando dicha productividad, se incrementará el nivel de las remuneraciones.

¿Cómo se consigue esto?

En primer lugar, cuanto mayor sea la cantidad de insumos utilizados (llámanse servicios coadyuvantes), mayor será la productividad del trabajo (lo que incrementará su demanda por parte del sector empresarial).

Además, el valor del salario de un sector productivo tiende a ser mayor cuanto más alto es el precio de venta del bien en cuya producción interviene (lo que sugiere incentivar actividades con mayor valor agregado).

Por último, la demanda del trabajo depende -como dicen los antiguos- del estado del arte, esto es, de la tecnología, dado que el progreso tecnológico cambia la productividad del trabajo, aumenta con ello su demanda y, consecuentemente, su remuneración.

La incorporación de tecnologías del conocimiento en nuestras actividades económicas, parece señalar el camino.

Como vemos, todos los puntos anteriores confluyen en la necesidad de una mayor inversión y en el cambio o reconfiguración de la matriz productiva. Más allá de la pandemia, éste es nuestro desafío.

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